domingo, 30 de septiembre de 2012

LA CALMA PRECEDE A LA LOCURA

Si el ser humano padece una dolencia grave y peligrosa, ésa es la de la generalización. Una tendencia a pensar en términos de absolutismo nos define y, a pesar de que en algunos casos la obviedad convierte en definitivas algunas conclusiones, en la mayoría de ellos no es así, cayendo en múltiples riesgos que, normalmente, no son medidos con antelación.

En el marco de una semana especialmente tensa, se agradece el desarrollo de unas manifestaciones multitudinarias y pacíficas (aunque concluyeran de forma violenta). Sin embargo, queda la sensación amarga de que muchos sectores se están radicalizando sin calcular las terribles consecuencias que pueden provocar.

Ni todos los manifestantes son violentos radicales ni todos los policías agreden sin miramientos. Me atrevo a ser tajante, incluso, en que ni la mayoría de unos ni la mayoría de los otros son partidarios ni ejercen la violencia.

La violencia no debe ser una herramienta, ni siquiera un elemento de debate. La locura de justificar su uso según los objetivos me parece, aparte de una incoherencia (es decir, nos parece mal su uso en guerras, pero algunas personas la justifican como forma de revolución; no lo entiendo ni lo comparto),  de una necedad brutal.

¿Se ha detenido alguien a pensar en las consecuencias? ¿Es que acaso el uso de la violencia va a mejorar nuestras condiciones de vida? ¿Qué derechos, aparte del derecho a temblar, puede garantizarnos una revolución violenta?

A estas alturas, voy viendo que muchas personas consideran un juego o un ejercicio de desfogue el enfrentamiento callejero, sin detenerse a pensar en que sus actos arrastran el destino de millones de personas que sólo quieren cambios justos para vivir en paz y seguridad.

Puedo decir que me representan las personas de bien, que buscan soluciones sensatas y de forma pacífica. Pero el que vuelca un contenedor o arroja piedras no me representa en absoluto. Como tampoco me representa la casta política de este país penoso que no hace más que mostrar el grado de patetismo de sus instituciones y sus habitantes, y no en su mayoría, sino en una minoría ruidosa y estridente que acalla las voces que quieren paz.

Porque esa minoría debe darse cuenta de que la gran mayoría de personas que se han manifestado estos días han acudido y se han mostrado pacíficos. Así como la mayoría de agentes de la ley (dudo mucho que la mayoría de ellos se haya lanzado porra en ristre a repartir). De hecho, estoy más que segura de que la mayoría de agentes de todo el país tiene mucho de qué quejarse de la situación actual y lo hace.

Entonces me pregunto si es que somos tan imbéciles, a pesar de tener el referente histórico de una guerra civil deleznable e ignominiosa, seguida de una dictadura brutal (¿cómo es posible que vea a gente comentar que estamos peor que con Franco? ¿cómo se puede ser tan sinvergüenza e imbécil?), como para reiterar una época que sólo traerá miseria y sufrimiento.

¿Acaso somos tan imbéciles, tanto desde el pueblo como desde la casta política, como para no detenernos y llegar a un acuerdo justo para la ciudadanía? ¿Es tan valioso Don  Euro como para pensar antes en los bienes personales que en el bienestar de una sociedad entera?

Vivamos en paz, aplaquemos el ruido y la ira. El odio sólo genera más odio. Pero nunca proporciona soluciones efectivas e indoloras.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

Lo cierto es que, con toda probabilidad, no haga más que incrementar mi lista de amigos, todo dicho con cierta ironía. Y tristeza, para qué negarlo.

Corren tiempos turbulentos y complejos, que denotan la llegada de una era que ha culminado con lo que en España se ha denominado transición democrática (sea cual sea el significado actual de ese término). El malestar popular ha derivado en una especie de carrera de pollos sin cabeza: la impaciencia predomina entre la población, entre la casta política, entre los medios de comunicación... Existe una tendencia tan alarmista que se está generando inquietud y miedo cerval.

En mi opinión, y digo bien, mi opinión, que no deja de ser una opinión más dentro de todas las que surgen en estos tiempos, se pueden producir cambios desde las propias instituciones, de forma consensuada, de forma eficaz, si la gente se compromete de verdad y sin necesidad de actitudes coercitivas.

Lamento profundamente tener que decir esto, pero, en mi modesta opinión, ciertas actitudes tanto del pueblo como del Estado son coercitivas. Ayer se pasaron por el forro de los bajos, tanto unos como otros, la Constitución española y el Código Penal.

Ayer fue un día triste y penoso más entre tantos que se pueden ir observando desde hace tiempo en nuestro país. La imagen quizá más patética fue la de ese enfrentamiento entre unos y otros, ciudadanos al fin y al cabo, perdiendo los papeles en las calles. Me da igual quien empezó. Ese tipo de cuestiones es típico de los patios de colegio.

Lo crucial, lo relevante es pensar que, en pleno siglo XXI, en plena Europa, sucedan ese tipo de escenas. La reflexión que deberíamos hacernos todos, desde el más humilde trabajador hasta el más alto cargo político, es si merece la pena llegar a extremos que no se veían con tanta nitidez desde tiempos en los que las fuerzas de seguridad vestían de gris y las causas estaban, en mi opinión, más justificadas.

No se puede destruir para construir cuando hablamos de un sistema que afecta a millones de personas, por la simple razón de que, durante ese intervalo en el que se llega a la nada absoluta, esos millones se quedan en un limbo que, conociendo la trayectoria lamentable de este país en el que las envidias, traiciones y otros malos sentimientos campan a sus anchas, el primer dictadorzuelo de tres al cuarto, sea cual fuere su ideología, aprovecharía para erigirse como profético salvador de nuestras miserias.

Sin embargo, desde el amparo, por muy escaso que sea, de nuestra malograda Constitución, sí se pueden ir modificando las cosas gradualmente para bienestar de todos. Basta que la gente de buena fe asuma el compromiso de firmar y solicitar. Y basta que los políticos de nuestro país asuman que es necesario llevar a cabo ciertos cambios que garanticen la transparencia, la equidad y, sobre todo, la tolerancia.

Falta compromiso de unos y de otros. Nadie es santo de mi devoción. Es hora ya de que términos obsoletos y rancios como izquierda, derecha, comunismos, fascismo, y todos esos -ismos con tufillo a dictadura queden zanjados.

Es tan sencillo como que se solicite, si no la creación de una nueva constitución más acorde a nuestros tiempos, sí una revisión importante de la que llevamos arrastrando desde hace más de treinta años, que tuvo su utilidad en una época de transición, pero ha quedado obsoleta.

Y tras esa solicitud, se precisa el compromiso de la casta política y jurídica (de la financiera, mediática, etc, ya se hablaría después) para llevar a cabo con sensatez, justicia, equidad, la creación de esa constitución realmente democrática y consensuada.

Se precisa diálogo y tolerancia, dejando a un lado todas las rencillas necias que no hacen más que dañar aún más la situación complicada que vivimos.

Es lo que se echa en falta. Es la gran razón por la que ayer fue un día aciago.

jueves, 20 de septiembre de 2012

EL ECCE HOMO O LA SENECTUD DESVERGONZADA

El día ha amanecido nublado y me tendría que haber olfateado la tormenta.

Hace un tiempecillo, saltó la noticia de la abuela que se cargó un cuadro del Ecce Homo. Los medios de comunicación alimentaron la visión del asunto como una gracia. Pobre mujer, afligida y asustada, la reacción más lógica que puede experimentar quien destruye una obra de arte, no osaba más que a balbucear su arrepentimiento y temor.

Repito, la reacción lógica fue la suya, en ese momento. Otra cosa ha sido la estupidez que se ha propagado allende las fronteras de este país cateto llamado España y que no contagia a otros más que pandereta y gilipollez llevados al extremo (¿qué se podía esperar tras la Macarena y el baile de memos que suscitó?).

La cosa está en que miles de tarados han iniciado un peregrinaje para visitar la tontería suprema y dejan una limosnilla en el lugar (qué menos que pagar para expiar la gilipollez; les honra), pero los familiares de esta abuela ya han olfateado los dineros y, a pesar de que ninguno de ellos salió en los medios al lado de esta mujer cuando aparecía temerosa y arrepentida, ahora buscan cobrar los derechos de autor.

No se puede tener menos vergüenza.

No me explico cómo es posible que no se le hayan pedido ya responsabilidades por el desaguisado. He imaginado que por mera compasión de una anciana. Sin embargo, la edad no forja ningún santo, al menos no en este país.

De hecho, somos expertos en forjar sinvergüenzas, ladrones, corruptos, y, en este caso, a la vista de cualquiera está.

Pero voy más allá y pienso en las dimensiones que ha alcanzado un tema que debería ser meramente anecdótico o, como mucho, una gracieta temporal. Esas peregrinaciones para "contemplar" la chapuza imperdonable de una mujer que se ha arrogado el derecho de restaurar una obra de arte. ¿Se puede ser más patético? ¿Se puede ser más idiota?

Sí, efectivamente, amiguitos míos del alma, se puede y, ojo avizor, que la cosa promete y temo que mi capacidad de asombro no ha alcanzado aún su límite.

Porque lo más dramático de todo este asunto es que muchos que, quejumbrosos, protestan por la corrupción y el latrocinio generalizado de nuestra amadísima casta política, pronto llenarán sus bocazas de apoyo acérrimo a las reclamaciones de la abuela jeta y sus familiares misteriosamente aparecidos.

Tenemos lo que merecemos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

EL DÍA DE LA ESPERANZA

Me temo que debo incrementar el número de nuevos amigos. Debida a la reciente dimisión de Esperanza Aguirre de su cargo y su retirada de la política, la red es un hervidero de opiniones.

Sin embargo, lamento y echo en falta la necesaria reflexión acerca de este asunto. Sólo se ven opiniones deseando enfermedad a esta mujer, o limitándose a celebrar su dimisión.

Mi reflexión va dirigida hacia otra parte. Es una oportunidad maravillosa para solicitar la dimisión de un amplio sector de la clase política. Y con clase política no me refiero sólo al partido que nos gobierna, sino a TODOS.

Porque, si algo define a esta España tan nuestra, es que cada uno de los partidos políticos inscritos como tales, desde el más votado hasta el que apenas tiene representación, están plagados de corrupción hasta las trancas.

Nos rigen y oponen una caterva digna de enviar a Marte. He leído criticar que esta mujer tenga bienes y no he podido evitar la carcajada ante la inocencia de tantas personas. Tenemos unos políticos que cobran unos sueldos desproporcionados, además de unos sindicatos amancebados por el Estado que no han chistado ni hecho ademán de renunciar a ese estatus incomprensible. Tenemos unos políticos que viajan por la jeta a nuestra costa, que disfrutan de unas condiciones que escapan a mi entender en estos tiempos y tantas plusvalías que me sorprende que aún la gente sólo reclame la dimisión de los que gobiernan, sin hacerlo extensible a toda esa casta.

Porque, no nos engañemos, se tiene aún ese concepto necio y retrógrado de la política vigente desde finales del siglo XIX, con ese tufillo a naftalina y a rancio.

Las ideologías han muerto desde hace mucho tiempo, no sé si desde que se tiraron las cazadoras de pana a la basura y se cambiaron por ropa de marca, pero sí sé que no existe ni la izquierda ni la derecha.

Sólo existe un gran número de ladrones variados, de corruptos bien untados y de ciudadanía que se adormece en frases hechas y refritos vetustos.

No puedo dejar de pensar en los relojes de un líder sindical cuyo coste ronda los 20.000 euros, en total cinco. Los que se han visto. No dejo de pensar en la demagogia que se esgrime a diario desde ambos extremos de la política de este país y no puedo más que sentir entre tristeza e indignación, y asco, pero por todo y todos.

Porque seguimos con un velo tan opaco cubriendo los ojos que estamos abocados a caer de dictadura en dictadura.

Al final, me tendré que ir a Marte yo, si me dejan.

domingo, 16 de septiembre de 2012

LA VECINA DEL OJÚ II

Algunos temas requieren segundas partes por razones inevitables. Y, por supuesto, mucho había tardado que este tema en concreto clamase a gritos (como, literalmente, ha hecho) no una, sino cientos de secuelas de bilis y desfogue.

Con su prosa salerosa ya apuntaba maneras y advertía de que esto ocurriría tarde o temprano.

La música lolailo, conocida por flamenco o simple y llanamente música folclórica andaluza (sí, estoy ganando un buen puñado de amigos del alma, lo sé, pero ya estoy más que harta de que España se vea como "Olé tus muertos" y "El dichoso duende" -encima, el puñetero duende no trae olla con oro-, o la paella). Todo el día a toda pastilla. Realmente me importa poco la música que escuche la gente, sí, creed lo que os digo.

Pero es que hay una sutil diferencia de decibelios entre escuchar música y disfrutarla en tu casa o poner cualquier música a un grado de decibelios que se usa única y exclusivamente para fardar de altavoces y mostrar a tus vecinos tu mal gusto musical.

Odio el flamenco. Ya está, lo he dicho. Pero también me toca las narices el folclore sea de aquí, de allí y de acullá. Puedo soportarlo, generalmente con dos copas de vino y ambiente festivo (en algunos casos, agradecería química de farmacia para sobrellevarlo más dignamente, pero de sueños se vive).

Camarón nunca me ha gustado y sólo lo he visto como una especie de caricatura de Jesús tocando palmas. Para que podáis devolverme la posible ofensa, os digo que me gusta la música llamada infernal, la música clásica, el rock, hasta algo de "ruido de fregadero", ya me entendéis.

Pero si a esa mujer, que grita como una desesperada desde la montaña más recóndita de la sierra, como si se estuviera flagelando con braseros ardientes mientras se arrastra por una balsa de espinas, si le añadimos, repito, a mi vecina con su "ojú" diabólico y grotesco, la cosa se convierte en un atentado acústico de proporciones insospechadas.

La diferencia está en que yo no pongo mi música a toda leche ni molesto a los demás. Alguien me dirá que esa música pide ser escuchada a todo volumen. Vale, ponte auriculares o joróbate como yo. La música infernal pierde demonios a medida que se reduce el sonido, digo yo.

En fin... Definitivamente no soy "South girl". Para cualquier reclamación o pataleo ofendido, tengo las hojas disponibles en mi email, pff...

viernes, 14 de septiembre de 2012

PATEEMOS EL CUORE

O "Reivindicando el congelador, ese gran olvidado".

A nadie se le escapa, a estas alturas del cuento, el efecto del capitalismo como generador de una sociedad mercantilista que se extiende hasta las relaciones humanas más básicas.

Tras la engañifa del individualismo se asumen actitudes que pretenden ser opuestas a ese sistema pero, paradójicamente, lo promueven, lo nutren.

La ironía más evidente subyace en que el concepto original del judeocristianismo es el más anticapitalista. Sí, sí, sí, no me peguéis y analizad. Poned en marcha la neurona y el asunto es de una obviedad que pasma.

La familia como tal, sea cual sea la sexualidad, hábitos y costumbres de cada uno de los miembros que la componen, es el sistema más justo, equilibrado, y antimercantilista frente a las actitudes que propugnan su destrucción en pro de pensamientos supuestamente elevados, que no son tales.

El corazón es la parte de nuestro organismo que más sufre y padece estas contradicciones, en una etapa históricamente transitoria que derivará sabrá Dios hacia dónde pero que, como supongo que todos estaremos de acuerdo, salta a la vista. Los esquemas tradicionales no están obsoletos del todo, pero están abocados a una aniquilación evidente.

Mamá trabaja fuera de casa y ha conocido a una mujer que la ha vuelto del revés, mientras papá se ha ido a vivir con otra mujer que le lleva veinte años y tiene dos hijos de su misma edad. Una premisa que no extraña ni debería hacerlo. Es habitual y debe serlo.

La cuestión no está en el hecho sino en el sentimiento. Y ahí va la contradicción.

En nuestra era el ser humano sigue buscando, anhelando, deseando, sentir plenamente esa cosa llamada amor y que pocos conocen.

Muchas personas, de hecho, creen que no existe, confundidos por sus sucedáneos: codependencia, deseo sexual, miedo a la soledad, incluso necesidad... Son tantos los sucedáneos del amor que éste, inevitablemente, se convierte en un gran desconocido e, incluso, se llega a negar su posibilidad.

Todos hablamos del miedo a la soledad, pero nadie menciona los terribles estragos personales que produce el miedo a amar, que oculta el miedo a perder esa falsa libertad que proporciona el individualismo recalcitrante.

Ese individualismo tiende a convertir a los seres humanos en productos de mercado (encuentro algo, pero permanezco a la búsqueda de algo mejor), y, a su vez, unido a esa exaltación peligrosa de la juventud eterna, promueve la negación de un futuro que se debe mirar de vez en cuando.

Siempre me he dicho que no existe peor pregunta en la edad madura, esa que obliga a mirar atrás y surge con un "¿Y si?", que resume las oportunidades que tuvimos y rechazamos imbuidos en un miedo irracional a arriesgar o sacrificar.

Acostumbrados al deseo de obtener sin arriesgar, por la vía fácil, caemos en la boca del lobo de nuestros terrores: no quiero estar solo, por ello alimento relaciones banales, sin sustancia, pero voy picoteando de todo sin saborear ni profundizar, no vaya a ser que acabe sufriendo, porque nada es eterno.

Cuando decimos que algo no será eterno, lo condenamos desde el principio a ser efímero como el rosario de la aurora. Predecimos algo por no pensar en el esfuerzo de mantener y cuidar.

El ejemplo de la planta es una vez más crucial: si no eres capaz de cuidar de una planta, de hacerla reverdecer, de mantenerla con vida, ¿serías capaz de hacerlo con el amor de otra persona? Difícil.

Si siembras con la idea preconcebida de que esa planta morirá, esa semilla no germinará y, si lo hace, será tan endeble que no sobrevivirá.

Y nace una pregunta inevitable: Entonces, ¿para qué sembrarla? Y yo pregunto: ¿Y por qué no?

Los tomates nacen de una planta, así como las flores: unos alimentan, las otras embellecen. ¿Acaso no son razones contundentes?

viernes, 7 de septiembre de 2012

HOY QUIERO JURAR

En todas las lenguas muertas y las moribundas, las modosas y tremebundas. Sí, ¿qué pasa? Hoy quiero jurar y, como más o menos se dará cuenta cualquiera, eso mismo haré.

Día especial para jurar. Una edil se hace un dedo o sabrá Dios el qué, pero varias cochinadas ante una pantalla, le suben el vídeo y ahora la pobre mujer debe sufrir y padecer a cuatro tarados que la insultan alegremente, además de la vergüenza y otros daños sólo por el mero hecho de desfogarse como le ha dado la real gana.

No la defiendo por su ideología. De hecho, su partido no es precisamente santo de mi devoción. Pero lo que me parece de matadero público es el acoso y derribo de esa mujer por una solemne patochada.

Vivimos en un país con más puticlubs que bibliotecas y librerías juntas. En este maravilloso e hipócrita país, vas a un kiosco y las revistas más vendidas son o esas cochinotas o las que ponen dos melones de reclamo.

Si pudiéramos acceder a las estadísticas de navegación web en este país tan ilustre y recatado, veríamos que las páginas porno están petadas de pajilleros virtuales. Asimismo ocurre con las ventas de lencería de corte pilingui en la que tanta casta y modosa embute sus lorzas para desfogar con el de turno.

Pero entonces salta la noticia, vaya escándalo. Imagino que un prócer ciudadano "españó" estaba buscando información sobre la siembra del garbanzuelo y se topó casualmente con el vídeo de esta mujer. Válgame Dios pensar en que tuviera otras intenciones.

Encuentra un vídeo y ya tenemos el circo a lo cañí.

En mi vida nunca he visto tantas tetas como en las páginas más modositas de la red. De hecho, basta ir a la playa y ni siquiera me hace falta irme a un sitio tan obvio. Hay sobresaturación de tetas. Y por el camino necio que llevamos, empezaremos a estar hartas de ver carne masculina. Hay tanta sobresaturación que veía hace una década a madres castas y recatadas comprando una publicación, que todos conocemos en este país, que venía a ser un compendio de consejos para ser una pequeña putilla de provecho, a sus hijitas de doce años.

Pero, Dios mío, qué vergüenza, una mujer hecha y derecha que se masturbe. Hay que ver. Hipócritas.

Pensaba que a estas alturas, cuando ya nos han metido tetas hasta en la sopa a base de cutrecine español, publicaciones, moda hortera, etc. etc., ya nadie se iba a inmutar por una tontería tal como que una edil se haga un dedo ante una pantalla del ordenador. ¿Es que los ministros no se la cascan? ¿Son como el Papa?

No sé si habrá alguien que no haya sentido vergüenza ajena ante las imágenes de una mujer destrozada, siendo "MALTRATADA PÚBLICAMENTE" por cuatro gallitos de corral. ¿Dónde estaba la policía para detener a esos garrulos de pata partida?

Mi otro juramento va por esa decisión de obligar a los parados a apagar los incendios. A ver que me entere yo bien, porque no me queda claro. Resulta que tenemos las cárceles españolas a rebosar de narcos, de pederastas, de violadores, de maltratadores, del coño de la Bernarda, de políticos corruptos, de ciudadanos corruptos, y lo que me dejo en el tintero. Pero, Dios nos libre de mandarlos a trabajar, pobrecitos. Para apagar los incendios están los parados.

Viendo estas cosas que las noticias nos deparaban hoy, no me queda más que decir que este país tan nuestro y maravilloso merece con creces irse al pozo más profundo. No me extraña, cuando aún tenemos la
cabezota metida bajo un turbante mental.

BAILEMOS UN TWEET

Incluso la tos falsa de una madre, que significaba (no utilizo el presente porque no he vuelto a escuchar esa tos en las madres de hoy) que te autorizaba a aceptar la invitación a galletas de la vecina con un implícito "Sólo una" de corte militar, es más duradera que el efecto de un mensaje de eso que llaman Twitter.

Tweet, un trino y ni eso, es sólo una forma de piar brevemente .

Confieso que me empieza a gustar la cosa ésa, la del "tuiteo" y el "feisbuc". Ambas plataformas de éxito brutal, mayoritariamente usuarios coincidentes y, no obstante, impulsos, al menos en mi caso, diametralmente opuestos.

El Twitter saca mi faceta más sarcástica, como si un dedito molesto hurgase hasta encontrar ese botón que abre las compuertas que liberan ríos de bilis. El Facebook parece incitarme a contener más esa mala baba.

Claro, una servidora no puede reprimirse y analiza hasta que llega a una serie de conclusiones que han resultado ser bastante inquietantes. El Facebook facilita el aislamiento o, mejor dicho, la comunicación controlada. Allí es relativamente fácil sustraerse de la acción perniciosa de los que campan alegremente por Twitter, cuyos comentarios y frases te persiguen, no permiten que escapes del efecto de su lectura.

Me explico: Twitter es un contenedor de frases de genialidad irrefutable, que nada tienen que envidiar a los pensamientos de cualquier autor clásico, mezcladas en un batiburrillo con sentencias cargadas de mala leche, con cierta gracia, y afirmaciones adolescentes, que son observables en criaturas que superan la treintena.

He emprendido una batalla campal metafórica contra Justin Bieber, en mi jerga el Justino de los Webers, que ya representa un símbolo de esa caterva infernal que viene tras mi generación apuntando malas maneras, tontería a raudales y actitudes narcisistas inagotables. Y eso que mi generación no es precisamente una corte de angelitos, pero, al menos, nos enseñaron a escribir y a leer, se le haya sacado provecho o no.

La fauna twittera de la que hablo es tan incapaz de condensar un pensamiento con sentido en esos escasos caracteres, que muchos se limitan a pregonar su amor por la choni o poligonero de turno o famosete de tres al cuarto, pensando, quizá, que con ese grito chorra repleto de faltas de ortografía el Justino o Justina van a caer rendiditos a los pies de su ordenador. Inquieta darse cuenta de que, en el caso de la fauna cañí, es más que probable que así sea, que esa choni vea esa declaración de amor pixelado por un electromancebo, que en el "pío, pío" anterior manifestaba "SimañanaseAcabaseelMundo sería el mayor violador de la historia" (frase real, me temo), y caiga rendida y desmayada a golpe de "aifon", con tecleo frenético y cargado de hormonas incluido.

Inquieta. Como lo hace observar que, personas como yo, destilamos bilis en esas otras sentencias paridas de la desidia que generan los amantes de polígono y lata humana en conserva.

He descubierto que Twitter es un campo de concentración de almas. Una máquina que devora palabras necesarias, que reduce tanto el mensaje que nos convierte en robots, autómatas de consumo rápido. Una frase tan condensada, si careces de recursos lingüísticos, pierde todo el significado del que se le quiso dotar cuando nació.

Si a ello añadimos la escasa capacidad analítica del receptor del mensaje, que es notorio en esta plataforma, el significado ya ha sido tan tergiversado y prostituido que es casi imposible la existencia de un diálogo real.

De esta forma, contemplo a diario intercambios de frases lapidarias, unas veces, simple y llanamente imbéciles, otras, en los que nadie se comunica en realidad y maldita la falta que hace. Sin embargo, y a pesar de todo, de ahí nacen relaciones que, imagino, tienen descendencia.

Esta gente procrea. Procrea, repito. Y entonces la inquietud va dejando paso a una carga de bilis que desprender. Ni pensión, pues se la han gastado antes incluso de haber terminado de pagarla a los jubilados actuales, ni servicios asistenciales de calidad (con que sepan medir la fiebre me conformaría), me auguran una tercera edad que me reafirma en ese consejo twittero, cargado de impotencia, que di a un amigo jovenzuelo, perteneciente a un escaso grupo que aún puede ser la esperanza, y que venía a ser tal que así: " bla bla bla... Ahora en serio. Los tíos inteligentes, empezad a fecundar chonis, a ver si así se salva la especie".


miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA TETA VAMPIRO

La he llamado Elvira, quizá por el chascarrillo. La malvada y alevosa, con ese bulto de piedra que parecía amenazante y mortífero pero que se ha quedado en una compañía alienígena en mi organismo.

Le he puesto nombre, ahora que va a ser una parte de mí, qué menos. Faltaría. Ya que se va a quedar necesita un nombre para que me dirija a ella apropiadamente. Una servidora se jacta de educación y es cuestión de orgullo, qué caray.

La teta vampiro nació sabrá Dios cuándo, sabrá Dios cómo y por qué, aunque la última cuestión no me resulta ajena o extraña. No estaba yo por la labor de atender a su concepción y nacimiento. Un día estaba ahí. No fui una madre modélica precisamente. No presté atención a la criatura que crecía en la teta y la estaba convirtiendo en un vampiro desdentado.

Sin embargo, una vez me dijeron que había parido un ente sobrenatural en mi organismo, me he volcado en conversar con ella, en darle cierta relevancia, más que nada para que no se ofendiera. No es sano indignar a un ser extraño en tu cuerpo, por si le incitas a hacer algún destrozo.

Hubo un tiempo en el que deseé que la arrancaran de mí, pero, oye, que se le coge cariño. Tiene su carácter, su chispa, su ingenio pectoral. Realmente va de dura, pero yo sé que no tiene mala intención. Le pierde el corazón, que le da coletazos constantes.

-Aquí dice que la paciente desea que se le extirpe -me dice la doctora.

Pero yo, cuando miré hacia la teta vampiro y ésta me devolvió la mirada con ojitos tiernos, no pude resistirme. No puedo evitarlo, soy sensible al dolor ajeno e incapaz de matar una mosca. ¿Cómo podría matar mi teta y encima tras esa mirada ciega y lánguida?

Así que ahí está, Elvira, feliz y sonriente. Y habrá quién se pregunte cómo estoy yo con esa compañía.

No puedo estar más que feliz. Una nueva amiga, hija adoptiva pergeñada por mi cuerpo. Se le coge cariño, tan inofensiva como es.


lunes, 3 de septiembre de 2012

ELOGIO A SU MAJESTAD


«En el escenario le hago el amor a 25000 personas diferentes. Luego me voy sola a casa.»

Una frase que resume la vida de una reina. Dramática. Desenfrenada como sólo puede serlo, inevitablemente, la trayectoria vital de un ser que iluminó de voz rasgada y amor inconmensurable cada parcela que pisaba. 

Postraros, que hoy vengo a rendir homenaje a la grande, inmensa, Janis Joplin. Se le puede intentar juzgar por sus errores, por sus aficiones, por su moral disipada. Allá cada cuál. Sin embargo, el que esté libre de pecado, bla bla bla, ya sabéis.

Lo fue y mucho más. Pero no he venido a eso, ni ella ilumina este humilde blog por eso. Nadie puede juzgarla, faltaría. Sólo se le puede corresponder al amor que repartió, que regaló sin recibir jamás en la medida que ella entregó denodadamente.

De su vida sabemos tanto como sólo se puede saber tras una muerte inesperada de alguien que marcó una época y que fue la primera rockera, en un mundo difícil para la mujer en esa época tan liberada, en teoría. Siempre me despertó compasión (debo matizarlo por el uso y abuso erróneo del término; es "padecer con"), una mujer que sentía la soledad como su eterna compañera y que supo hacerle frente con mejor o peor fortuna. 

No seré yo quien la juzgue porque sólo puedo admirarla. Su música conmueve y seguirá conmoviendo, entre aquellos que aman la canción sentida, sincera, prodigiosa. Nadie ha sabido honrar sus canciones puesto que sólo ella las dotaba de la honestidad del sentimiento profundo y volcado.

Janis se evadía de la realidad con lo que podía y eso fue su final. También su proceso. Pero no olvidemos que su gran droga fue la música. Fuera del escenario no tenía otras vías de escape. Y se entiende perfectamente que quisiera huir de un mundo turbulento y sórdido, que compensaba con la fuerza de su alma derramada en su voz rota.

No es un amor platónico, pero sí un modelo de mujer que existe en gran medida gracias a su forma de romper con los moldes que le intentaron imponer. Hizo lo que quiso, dijo lo que quiso, vivió como quiso, sólo empañada por la soledad, su constante. Sin embargo fue tan revolucionaria que su canto desesperado a Dios aún sigue erizando la piel, con su voz rota, llorando canción.

Pero ahí la tenéis, como siempre apareció y trató de ser recordad: mujer sola que ama sin esperar nada a cambio, con el amor más puro y no sujeto a compraventa, con el alma libre en un mundo que no lo ha sido jamás.

Hizo, dijo, quiso, vivió, murió, como ella misma decidió. Amén, reina. Todos te seguimos amando.

"Me siento tan inútil aquí abajo, sin nadie a quien amar. A pesar de que he buscado por todos lados, no puedo hallar a nadie que me ame, que sienta mi cariño... Así que, guíame, Señor, oh, ¡úsame, Señor! ¿Te puedo enseñar lo duro que es tratar de vivir cuando estás solo? Todos los días trato de avanzar, pero algo me empuja hacia atrás".

(Work me, Lord).