lunes, 11 de febrero de 2013

PRIMAVERA, PRIMAVERA

La cosa va mal. Eso salta a la vista de cualquier hijo de vecino. Un paro juvenil que alcanza unas cotas impensables en el resto de Europa, un paro en general que clama al cielo, y una sensación profunda de derrota e indignación que los medios no hacen más que alimentar, y con razón.

La situación de la España actual recuerda peligrosamente, salvando las distancias, a la de la Alemania de entreguerras. Basta echar un vistazo a los datos históricos para comprender que el elevado paro alimentó en gran medida la indignación de la población y fue un caldo de cultivo excelente para justificar el uso de la violencia y una serie de ilegalidades.

En España la cosa anda bordeando esos límites peligrosamente. Un vistazo a las redes sociales es suficiente para observar el grado de radicalismo en un amplio sector. El 15M cometió un error de facto obvio. En su momento quizás debería haberse centrado en generar un movimiento político integrador ciudadano con representación electoral en lugar de ir repartiendo flores y mensajes facilitos a lo largo de España. Ojo, no creo que esté mal difundir un mensaje de paz, pero eso necesitaba un sostén estructurado a nivel político.

Lo único que han conseguido es que algunos advenedizos ideológicos se hayan apropiado del movimiento que nació como una respuesta colectiva e independiente de las ideologías y partidos mayoritarios. Se ha permitido el uso de banderas que han excluido a una parte importante de la población.

La mirada a la llamada "primavera árabe" ha constituido un error que, a estas alturas, debe ser rectificado. El camino de las manifestaciones y acampadas masivas es evidentemente equivocado. Ese modelo, como se va demostrando en los países árabes que comenzaron la revolución, sólo nos aboca a un panorama de violencia.

El germen de cultivo de la violencia es fácilmente apreciable en las redes sociales: la mayoría de los que se expresan a favor de manifestarse (y digo bien, mayoría, no todos) ejercen su derecho a la expresión en términos que recuerdan a épocas oscuras de nuestra historia, épocas que llamaban a las armas y que sólo nos han traído una desgracia que, aún hoy, más de medio siglo después, perdura.

En mi modesta opinión, un cambio sólo es posible a nivel individual, como cambio de mentalidad, y a nivel institucional, dentro de la legalidad. Sin ello, nos veremos abocados al desastre de caer en garras de los advenedizos políticos de siempre, independientemente de ideologías. El cambio sólo es posible una vez la ciudadanía sea consciente de que las ideologías que nacieron con la Revolución Francesa están obsoletas en el mundo actual. Las ideologías deben morir al igual que deben morir las formas de los antiguos regímenes políticos. Sólo así es posible un cambio real.

Me entristece ver en pleno siglo XXI a jóvenes enarbolar banderas comunistas o fascistas, mientras lanzan proclamas que retrotraen a una época que están muy lejos de comprender, épocas en las que Hitler y Stalin devastaron Europa, Franco y los erróneamente llamados republicanos asolaban una España que aún no ha levantado cabeza.

Por ello, no estoy de acuerdo ni con los políticos españoles, ni con los indignados. No me representan ni unos en las instituciones, ni los otros en la calle.