martes, 18 de diciembre de 2012

APOCALIPSIS ZOMBIE: BASADO EN HECHOS REALES

A medida que las fiestas navideñas se van acercando, los espíritus se van poniendo blanditos, mansos. Es una época entrañable, normalmente, y una servidora no se considera la excepción.

Me emocionan las fiestas: tan bucólicas las escenas de niños correteando bajo el estruendo de otros niños cantando villancicos infames emitidos desde cada tienda en la que sufridos dependientes padecen la vorágine consumista, esperando las posteriores y escalofriantes rebajas.

Este año, no obstante, se recordará por haberse alcanzado un hito dentro de la estupidez humana: el fin del mundo y la fauna preparacionista y apocalíptica, entre otros nombres con los que se denomina últimamente a aquellos membrillos que creen que las fábulas provenientes de culturas desaparecidas siglos o milenios atrás poseen más vigencia que los avances de la ciencia. Por esa regla de tres, me pregunto a qué esperan para mudarse a una bella pirámide azteca de la selva, por ejemplo, o a arrancar corazones para ofrendarlos a terribles dioses aztecas.

Confieso que yo misma he pensado en escribir un terrorífico y apabullante texto con crípticas estupideces para la posteridad. Imaginad, amigos, la locura que se podría desatar por dejar escrito que, en tres siglos, una hecatombe se cernirá sobre aquellos que participen o vean la versión futurista de "Sálvame", que imagino con un nombre tipo "Resetéame". Entrañable.

A tres días del esperado apocalipsis maya, millones de personas se preparan para sobrevivir. Curioso, cuando menos. Si el mundo desaparece, también lo harán los enlatados y otras conservas, los búnkeres, las armas, incluso los tontoslaba crédulos de las sectas apocalípticas. Asimismo surge una reflexión inevitable: toda la locura se ha desatado en los países desarrollados.

Esto demuestra, a mi entender, que el exceso de información no significa avance. La información se convierte en desinformación en manos inadecuadas, a la vista está. Si añadimos, además, que la transmisión de toda esa información se realiza a una velocidad de vértigo sin filtros que analicen su fiabilidad, tenemos una maravillosa fuente de estupidez contagiosa.

La prueba se encuentra en que los crédulos no han buscado información científica y, los que han acudido a ella, pronto han esgrimido la consabida excusa conspiracionista del "nos ocultan información". Algunos llegan a dar más crédito a novelas de ficción que a la comunidad científica, algo que no debería extrañarme tanto, porque, en su momento, "El Código Da Vinci" fue leído como libro histórico por fervientes seguidores.

Acabaré poniéndome a la obra y escribiré un libro de Profecías, adornado con misterio, intriga y dolor de barriga. Eso sí, la primera de ellas será la siguiente, como un regalo navideño:

"Hordas de idiotas invadirán el mundo conocido, como zombies seguidores de telebasura. Y tendrán hijos idiotas y nietos idiotas. Entonces, el mundo sólo estará habitado por idiotas".

Espero que no se cumpla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario