martes, 18 de diciembre de 2012

APOCALIPSIS ZOMBIE: BASADO EN HECHOS REALES

A medida que las fiestas navideñas se van acercando, los espíritus se van poniendo blanditos, mansos. Es una época entrañable, normalmente, y una servidora no se considera la excepción.

Me emocionan las fiestas: tan bucólicas las escenas de niños correteando bajo el estruendo de otros niños cantando villancicos infames emitidos desde cada tienda en la que sufridos dependientes padecen la vorágine consumista, esperando las posteriores y escalofriantes rebajas.

Este año, no obstante, se recordará por haberse alcanzado un hito dentro de la estupidez humana: el fin del mundo y la fauna preparacionista y apocalíptica, entre otros nombres con los que se denomina últimamente a aquellos membrillos que creen que las fábulas provenientes de culturas desaparecidas siglos o milenios atrás poseen más vigencia que los avances de la ciencia. Por esa regla de tres, me pregunto a qué esperan para mudarse a una bella pirámide azteca de la selva, por ejemplo, o a arrancar corazones para ofrendarlos a terribles dioses aztecas.

Confieso que yo misma he pensado en escribir un terrorífico y apabullante texto con crípticas estupideces para la posteridad. Imaginad, amigos, la locura que se podría desatar por dejar escrito que, en tres siglos, una hecatombe se cernirá sobre aquellos que participen o vean la versión futurista de "Sálvame", que imagino con un nombre tipo "Resetéame". Entrañable.

A tres días del esperado apocalipsis maya, millones de personas se preparan para sobrevivir. Curioso, cuando menos. Si el mundo desaparece, también lo harán los enlatados y otras conservas, los búnkeres, las armas, incluso los tontoslaba crédulos de las sectas apocalípticas. Asimismo surge una reflexión inevitable: toda la locura se ha desatado en los países desarrollados.

Esto demuestra, a mi entender, que el exceso de información no significa avance. La información se convierte en desinformación en manos inadecuadas, a la vista está. Si añadimos, además, que la transmisión de toda esa información se realiza a una velocidad de vértigo sin filtros que analicen su fiabilidad, tenemos una maravillosa fuente de estupidez contagiosa.

La prueba se encuentra en que los crédulos no han buscado información científica y, los que han acudido a ella, pronto han esgrimido la consabida excusa conspiracionista del "nos ocultan información". Algunos llegan a dar más crédito a novelas de ficción que a la comunidad científica, algo que no debería extrañarme tanto, porque, en su momento, "El Código Da Vinci" fue leído como libro histórico por fervientes seguidores.

Acabaré poniéndome a la obra y escribiré un libro de Profecías, adornado con misterio, intriga y dolor de barriga. Eso sí, la primera de ellas será la siguiente, como un regalo navideño:

"Hordas de idiotas invadirán el mundo conocido, como zombies seguidores de telebasura. Y tendrán hijos idiotas y nietos idiotas. Entonces, el mundo sólo estará habitado por idiotas".

Espero que no se cumpla.

martes, 20 de noviembre de 2012

LA FIBRA SENSIBLE

Debo tener un desfibrilador emocional, porque existen asuntos que, por más que les doy vueltas en mi humilde cabezón, me confirman que las incongruencias son la definición básica de las personas.

Para entendernos, un ejemplo. Circulan cientos de fotos de personas buscando comida en los contenedores de basura. Mi reflexión es clara: alguien saca la foto, pero no se le ocurre ofrecer comida a esa persona. Incongruente, ¿no?

Otro ejemplo: cantamos a la paz mundial pero no toleramos la diferencia en nuestros propios familiares. Otra incongruencia, vaya por Dios.

Un momento, que estoy prolija en ejemplos del asunto. Llevo un cartel protestando por las hortalizas transgénicas pero me alimento de agricultura ecológica que es transgénica (lo de ecológico, que quede claro, es porque no se usan pesticidas; la información es poder).

Ahí va otra: utilizo un espacio público para interpretar mi música como protesta y reivindicando su uso libree por parte del ciudadano de a pie, pero aprovecho para vender mis discos. Vale, no es incongruente, sino hipócrita. Pero pega bastante con el asunto.

Vivimos en una época rica en este tipo de detalles, que cada vez suscitan mi rechazo con mayor intensidad. Al menos yo reconozco que uso fibras sintéticas (son más económicas, a ver si está la cosa para caprichos), no reciclo porque me importa un comino el calentamiento global y, viendo las futuras generaciones, pensando en que se reproduzcan, no les voy a dejar un mundo facilito. Sin embargo, prefiero tratar con educación a las personas, y con respeto. No me gusta ir gritando por las calles ni tirar basura al suelo, ni hacer mis necesidades fisiológicas más básicas en las esquinas ni los portales, ni ofender a los demás llevando una teta al aire (y no es que me ofenda a mí, pero se entiende que hay personas a las que parece una falta de respeto, y lo es). Tampoco intento convencer a nadie de mi opinión. La manifiesto, eso sí, porque reivindico mi libertad de expresión, aunque respeto las opiniones divergentes. Jamás llamaría a una persona facha o rojo en tono despectivo, por ejemplo, algo muy frecuente en demasiadas personas cuando escuchan opiniones que chocan frontalmente con las suyas. Vaya, sin quererlo, otra incongruencia.

Eso sí, que nadie se preste a confusión, puesto que soy la primera en confirmar que soy incongruente. Lo soy. Efectivamente. Pero al menos lo admito.

Veremos lo que nos deparará la sociedad más enfermiza e hipócrita de la Historia. Y no por efecto de la crisis económica, que no es más que una consecuencia de esa hipocresía globalizada.

lunes, 5 de noviembre de 2012

MENEA EL BULLARENGUE

Debo aclarar que la elección de la canción de Siniestro Total tiene su razón obvia debido al tema a tratar: el fenómeno fan. A pesar de que el mundo de la música (por llamar de alguna forma lo que hacen ciertos especímenes que acaparan el 90% de esas chirriantes criaturas que se denominan, habitualmente, con el término de fan), quiero representar aquí a esos individuos que se declaran fervientes seguidores de cualquier artista, músico, escritor, actor,...

El fenómeno fan se diferencia del mero seguidor en que es fanático y no tolera premisas que se salgan de lo dictado por su admirado. El fan carece de sentido crítico: cualquier canción interpretada por su ídolo es una obra maestra y es imposible sacarle de su error sin padecer una retahíla de justificaciones a cual más inverosímil.

Desde la locura que desencadenó Rodolfo Valentino en su época hasta las hordas de adolescentes enloquecidas con su furor uterino, este fenómeno no es más que un resultado más de la era de consumo humano en la que vivimos sumergidos. El objeto de seguimiento fanático se convierte en objeto a consumir hasta que se convierte en un muñeco roto de la industria o en un icono si muere joven. No conozco una tercera opción, a excepción de algunos que han optado por enfrentarse a sus huestes y se han reinventado (véase el caso Williams, por ejemplo).

No obstante, pocos de estos objetos de consumo bípedos escapan a su destino de "usar y tirar".

En la actualidad y a medida que nuestra era consumista ha evolucionado al ritmo que involuciona el ser humano como humano, el fenómeno fan ha ido generando multitudes de objetos de consumo, especialmente en el campo de la música. El caso de Justin Bieber es quizás el más criticado por una servidora por lo dramático: un niño convertido casi en un icono sexual y mediático al que se le atribuyen valores simplemente adjudicados por la fama. Resulta preocupante en tanto en cuanto se pueden observar a mujeres que superan con creces la veintena que pierden las bragas por una criatura cuyo aspecto físico equivale a un niño de once años.

Si seguimos observando a los sujetos que despiertan la efervescencia uterina femenina, nos daremos cuenta de que todos y cada uno de ellos aparentan la eterna adolescencia: desde los vampiros y hombres-lobo afeminados de la saga Corpúsculo hasta los Bieber y grupos varios de adolescentillos menea-bullarengues. Ninguno aparenta la mayoría de edad.

Quizás por esa razón me parece cada vez más increíble que padres dignos y dignísimos permitan que sus hijitas arrojen las bragas entre chillidos e hipidos ante los aeropuertos mientras esperan que un niñato las fecunde visualmente bajo el falso despeinado que sus asesores de imagen han descubierto como el máximo exponente de sensualidad (puaj). Me pregunto si esos padres se sienten especialmente orgullosos de que la única aparente aspiración de sus pequeñas protoputillas sea la búsqueda de algo más que una tena lady bajo los pantalones "cagaos" de sus ídolos. Me pregunto, además, si se detienen alguna vez a pensar en que los únicos valores que transmiten a sus meretricillas en ciernes es que se triunfa según el desnivel del meneo anal o la capacidad de poner morritos de felación.

Nunca entendí cómo hay padres que permiten que sus hijitas falten a clase por ir a recibir a uno de estos engendros mercantiles a un aeropuerto, pero luego acuden a los colegios e institutos en modo vociferante por la mínima incidencia con un profesor (el típico "ha suspendido usted a mi criatura" es paradigmático; quizás si la criatura no hubiera dedicado el fin de semana a ir rodando por las calles botellón en mano...).

Nunca entendí cómo una persona asocia hasta el extremo lo dicho por un autor con su virtud casi divina. Hasta Gandhi tuvo sus momentos cabroncetes, y Buda, y Jesús. Estoy segura. Por tirar piedras en mi tejado, a pesar de que me siento afín a muchas cosas que dijeron en su momento Einstein y Fromm, no significa que diga amén a cada una de sus palabras ni que me vaya a pegar con una persona que difiera.

Por ello, el fenómeno fan es una cuestión más de tantas que definen la sociedad enferma en la que vivimos. Pero definen algo más: la sociedad enferma que nos queda por vivir. Y si no me creen, siéntense y observen a su alrededor.

jueves, 1 de noviembre de 2012

QUIERO PIRULAS, DOCTOR

No podía ser de otra forma. Dos medidas del Gobierno, una a nivel nacional, otra ya implantada en Barcelona que secunda la Comunidad de Madrid. Iré por partes.

Sin entrar en detalles como que, posiblemente, se trata de una maniobra de "una de cal, otra de arena" o cortina de humo, aplaudo la decisión de extinguir ese privilegio que eximía de responsabilidad penal a políticos y sindicalistas. Muy evidente y mucho habían tardado, aunque conociendo la fauna que nos representa, tanto a nivel político como sindicalista (dios, dios, dios, ¿de verdad alguien escucha a Méndez o Toxo hablar sin contener una carcajada o un instinto asesino?), no puedo reprimir la sorpresa.

Sin embargo, el tema del copago sanitario, de pagar un euro simbólico por receta, algo de lo que quedan eximidos ciudadanos con rentas inferiores al salario mínimo y personas sin ingresos, a pesar de lo polémico, me parece otra medida necesaria.

Quietas, fieras, que todo tiene su explicación. ¿Quién no conoce a la típica abuela que pasa sus mañanas en la sala de espera del centro de salud y acumula medicamentos en casa que jamás utiliza o que reparte entre familia y amigos? ¿es suficiente para aplacar la indignación popular? Lo dudo, pero el gasto que supone ese derroche de medicamentos es muy reseñable.

He visto en más de un hogar españolito tirar cajas enteras de ibuprofeno caducado, sacado de armarios de baño repletos de cajas enteras de ibuprofeno por caducar, de paracetamol, y otras pirulas destinadas al mismo fin contaminante de ser arrojadas sin miramientos a la basura.

Esa escena es tan típicamente española como las cogorzas de fin de semana de adolescentes. Por supuesto, se avecina una oleada de abuelos con síndrome de Diógenes sanitario protestando por las calles, pues parten de la filosofía del "¿y si me enfermo dentro de dos días y necesito ibuprofeno?". Pues señor o señora, vaya al médico y que se lo recete, pero dudo que necesite tener la farmacia entera en casa según supuestos o posibilidades.

Ese tipo de medicamentos sale bastante económico, de hecho, una menda lerenda los compra sin receta y no es que ande muy boyante en mi economía doméstica. Ese cambio es necesario a nivel nacional, y supondría un ahorro importante. Obviamente, en caso de enfermos crónicos y personas de escasos o nulos ingresos no se puede permitir el copago. Eso es de cajón.

Sin embargo, el efecto disuasorio de esta medida evita que se sature la sanidad pública y evita el gasto innecesario que produce el afán acumulador de mucha gente y que las salas de espera de los centros sanitarios continúe siendo lugares para pasar el rato.

¿O es que soy la única que ha padecido las esperas interminables en las salas de espera saturadas de gente que, escuchando su monólogo, pasa día tras día allí sin necesidad (ojo, que todos sabemos la tipología humana de la que hablo y no es general), como un simple resfriado? Esto lo hemos padecido todos. Estoy segura.

En fin, a ver si sirve para reducir el cachondeo que nos hemos traído en estos años. A ver cuánto tardan en patalear.

miércoles, 31 de octubre de 2012

MUNDO IDIOTA

El título no podía ser otro, por el tema a tratar: el nacionalismo. Sin discriminación, desde el nacionalismo, canario, catalán, vasco, doméstico hasta el nacional.

Una carta desde la Unión Europea en la que se dice con rotundidad una obviedad, que es la de que, si Cataluña se independiza, sale de la Unión, me ha motivado. Mundo idiota, porque hay que ser como mínimo idiota para no saber eso, algo de cajón. ¿O es que alguien pensaba lo contrario?

Partamos del origen de todo nacionalismo: el nacimiento de esta... ¿ideología? fue fundamentado por el interés de una clase acomodada de apropiarse los dineros del pueblo para sí y que no fueran desviados a un gobierno o monarquía centralizados. Su evolución a lo largo del siglo XX ha sido la misma, variando en escasos matices.

Se resume, en la actualidad, en una clase elitista que se agrupa en una clase política que busca el enriquecimiento personal. Hay que ser medio tonto para creerse que el interés radica en hacer revertir esos ingresos en el pueblo, porque no es así. Hay que ser medio tonto para pensar que un país escindido y convertido en independiente no precisa, aparte de una política interna, de otra internacional, un respaldo que se retira cuando hablamos de un espacio que repentinamente queda como una Andorra relativamente grande.

No sé si mis paisanos canarios, los catalanes, los vascos, y tantos otros quieren eso realmente o se lo han planteado en serio, porque, si es así y siguen deseando esa tontería, pues se definen como idiotas. No hay más.

Mal que nos pese (a mí no me pesa, pues soy consciente de que, en la actualidad, somos una provincia de eso que se llama Europa), la tendencia europea es la de unirse como un país grandecito, un estado que avanza hacia la unidad económica, fiscal, bancaria, cultural... Teniendo en cuenta que eso implica la apertura de fronteras, por poner un ejemplo, el nacionalismo independentista es, inevitablemente, una estupidez insensata.

No me importaría que se realizara un referéndum, aunque sería injusto para tantas personas que tienen el mismo derecho a llamarse catalanes y se sienten españolas. Pero no deja de causarme curiosidad, porque los acontecimientos serían evidentes: Cataluña fuera de Europa significa cierre de fronteras, política de aduanas (pregunten a los canarios acerca de esto, sobre todo a los empresarios, que la cosa tiene miga y es vergonzosa, pues el nacionalismo canario se ha sacado de la manga un impuesto especial por el que enviar mercancía allí sale por un huevo y parte del otro, lo que repercute de forma muy negativa en la economía insular; eso sí, los políticos nacionalistas viven de puta madre), significa falta de respaldo de un ente mayor, significa quedar a expensas de una clase política adinerada de corte aristocrático.

Sería como si un grupo de trabajadores quedara a expensas de un jefecillo cuando la empresa grande para la que trabaja se divide.

Mundo idiota que, a estas alturas, todavía sigue en la caverna. Bah.

miércoles, 24 de octubre de 2012

YO, HUMANO

Quizá fue producto de un exceso de vino, lo desconozco. La Historia no nos ha transmitido si el amigo Rousseau se encontraba a las puertas de una fonda cuando dijo eso de que el hombre es bueno por naturaleza.

La bondad y la maldad son términos que se han utilizado al instaurarse la sociedad como forma de vida en el ser humano, para definir los límites del libre albedrío y diferenciarnos del comportamiento instintivo e irracional del mundo animal.

En mi peculiar conceptualidad, el carácter bondadoso o maligno son identificados también por la dualidad de lo sano y lo insano, puesto que, en muchas ocasiones, lo malo para mí es bueno para otro. Sin embargo, hay aspectos que son indudablemente buenos/sanos o malos/insanos. El asesinato, por ejemplo.

Generalmente, esa caracterización, cuando la implantamos, suele depender del contexto en el que se genere o produzca el objeto. Un robo es malo, en principio, pero no es catalogado como tal si se trata de un hombre desesperado por el hambre de sus hijos que roba un trozo de pan. Al igual que una limosna a un pobre es bueno, pero no es tal si va acompañado de un gesto de desprecio.

Es todo muy relativo. Pero son circunstancias que no debería hacer falta matizar.

Todos somos conscientes de nuestros actos, exceptuando sujetos que padecen alguna patología que inhabilita la consciencia. No existe excusa para hacer el mal per se, por mero placer.

Nunca he sido especialmente amante de mi especie, por razones que se obvian en el día a día y que se reafirman con la lectura de la Historia Universal, ya no digo nada de la lectura de la prensa. Sin embargo soy capaz de apreciar que la degeneración del humano como ser humano social, que se ha producido especialmente en las últimas décadas y que tiene visos de convertirse en una catástrofe sin precedentes, sólo puede revertirse con un cambio profundo desde cada individuo en su forma de vivir, actuar, pensar.

Se precisa un cambio global desde la individualidad. El individuo es responsable de sus actos hacia sí mismo y hacia su entorno. Debe suscribir un pacto consigo mismo de esfuerzo por actuar con respeto hacia su persona y hacia los que le rodean. Ese pacto brilla por su ausencia y es fundamental para producir un cambio sustancial en una sociedad que se derrumba y aliena.

Y me pregunto, una vez llegada a esas conclusiones tan evidentes, si es posible que suceda. Dudo que yo vea ese cambio. Moriré mucho antes.

Dudo también que la generación que viene tras la mía lo vea también y temo que no sea factible hasta unas tres generaciones posteriores, por el daño irreparable de algunos sistemas educativos que se vienen padeciendo.

Pero es posible. El cambio empieza en uno mismo. ¿Por qué no hacerlo aunque nadie nos acompañe en ese largo camino?


martes, 23 de octubre de 2012

GREY Y SU SÉQUITO DE VÍCTIMAS POTENCIALES

Me lo he pensado varias veces, pero esta entrada debía ser escrita desde hace tiempo. Para ser más concreta, debería haberla escrito cuando cometí el error de empezar a leer el bodrio de las Sombras de Grey.

Comencé a leerlo, lo reconozco, sin demasiado entusiasmo. La reseña me había puesto un poco en guardia y la lectura del libro no hizo más que confirmar mi sospecha: libros que exaltan la relación con un maltratador psicológico.

Y habrá personas que piensen que exagero, pero no es así. El tal señor Grey es un maltratador. Me da igual su sexo. Blanco y en botella... no puede ser más obvio.

Han calificado esos panfletos de porno para mujeres y ahí viene mi reflexión. Me pregunto en qué piensan mis congéneres cuando leen sobre un tipo que le da al asunto sadomasoquista y hace de amo de una idiota.

Claro que me dirán que estando de acuerdo dos adultos todo es posible y sano. No, rotundamente no.

¿Sano? ¿Es sano sentir placer físico en herir o ser herido? Partamos de la definición del maltrato psicológico y físico: el insulto, la vejación, la humillación, la amenaza, el golpe, la bofetada... Todos esos son rasgos comunes del maltrato. De hecho, una de las características más brutales es que la víctima lo tolera, muchas veces por miedo, otras por normalización de la violencia.

Para cualquier ser humano con un mínimo de sesera el asunto del sadomasoquismo no es una cuestión de libertad sexual, sino una patología deshumanizadora, que promueve la normalización de la violencia y que sienta un peligroso precedente. ¿Cómo podrá defenderse una víctima, sea cual sea su género, de la humillación a la que ha sido sometida si su agresor o agresora aducen que realizaban este tipo de prácticas?

No es libertad sexual. Es una esclavización enfermiza. Un sujeto se pone cachondo golpeando a una víctima que se pone cachonda siendo golpeada. Ambos sujetos deberían asistir a una terapia psicológica para dilucidar el origen de sus respectivas patologías. Y estoy segura al cien por cien de que, si lo hicieran, se sorprenderían.

No es sano. Y no es normal. Si lo fuera, entonces no existiría el maltrato, puesto que muchas personas que sufren abuso han normalizado sus situaciones hasta el punto de tolerar su progresiva destrucción.

He escuchado personas que justifican con absoluta tranquilidad ese tipo de prácticas, sin pestañear, y no puedo dejar de evitar pensar que aquél o aquélla que disfrutan sexualmente de la violencia deben sentir un placer tal cuando ven imágenes aterradoras en otros contextos. Y eso es preocupante. Es enfermizo.

Teniendo en cuenta que, como cualquier otra adicción, suele ir "in crescendo", me pregunto dónde está el límite de la libertad sexual con respecto al delito. Un sádico ya no siente placer con las prácticas más inofensivas y va sumando humillación o dolor con el paso del tiempo. De hecho, no nos es extraño cuando han aparecido personas que se han autoasfixiado con bolsas. Y he escuchado a unos llamar eso enfermizo mientras justifican el sadomasoquismo. ¿Cuál es la diferencia? Quizás las botas de "chúpame la punta" sean estéticamente más atractivas, pero las prácticas son igualmente sórdidas e insanas.

Y proliferan. Se extienden a la misma velocidad que la carencia de valores humanizadores, a la misma vez que se extienden las conductas perversas, o se extienden las sociopatías.

¿De verdad somos tan gilipollas e hipócritas como para cerrar los ojos ante una realidad como ésta? ¿De verdad somos tan necios como para identificar una patología con un asunto de libertad?

domingo, 21 de octubre de 2012

ESTUPIDIARIO I. GAFAS DE PEGA

Cuestión de tiempo y cierta observación. Nueva sección porque lo merece, tal es la fauna humana y su variopinta gilipollez.

Mis primeros estúpidos son esa extraña subespecie que adorna su napia con gafas sin lentes. A pesar de los innumerables chascarrillos que generan, proliferan por todas partes aunque no debería extrañarme, tal es la virulencia y capacidad contagiosa de la imbecilidad en este país.

Imagino que la cosa empezó con algún famosete anormal que decidió ir de moderno pensando que una extravagancia le proporcionaría una portada, y decidió que era más fácil ponerse unas gafas de pega a tirarse por un puente. Supongo.

O una actriz de segunda venida a menos y harta de pelarse las rodillas por un papel, sin un fragmento de piel libre de silicona, que decidió la idiotez máxima como motivo de notición.

Lo desconozco. Y no es relevante, ciertamente. La cosa es que ahí están, hordas de gilipollas portando gafas de mentira para ir de modernos. Y yo me pregunto: ¿qué es ser moderno? ¿Acaso la casta cani y choni no es moderna? No existían hace veinte años, al menos no en esa forma que tanto nos revuelve las tripas. Antes escuchaban Camela, ahora escuchan... vale, Camela, pero también al Justin Bieber de las narices. Evolucionan.

La caspa evoluciona. Los imbéciles de las gafas de pega son los que antiguamente vestían hombreras de medio metro y calentadores. Eran horteras. Así se les llamaba.

La horterada se ha refinado, eso sí. Ahora se le llama modernidad. Yo lo llamo gilipollez. Simple terminología.

Lo siguiente se me escapa, pues mi bola de cristal está un poco empañada últimamente, pero ya comienzo a imaginarlos con un bastón de Antonio Gala sin necesidad de llevarlo, sólo por esnobismo, o un collarín como los de los perros, lo que facilitaría su ahogamiento por alcohol para olvidar su propia imbecilidad.

Se admiten apuestas. ¿Qué será lo próximo?

martes, 16 de octubre de 2012

HACIENDO AMIGOS CINÉFILOS

España ha sido cuna de grandes literatos, escritores, músicos (sí, sí, en nuestra peculiar escala pero hemos tenido compositores ilustres), y maravillosas cabezas pensantes de la ciencia. Indiscutible.

Es un país, no obstante, de contrastes brutales: pasamos del extremo de Berlioz a la cutrez de nuestra música popular (véase basura como la Macarena y nos entenderemos todos).

El cine no podía ser menos. El cine español es, a grandes rasgos, pura bazofia impresentable. Los escasos directores de calidad salen huyendo despavoridos de un país que financia tanto la roña más infecta como las grandes obras del cine patrio a golpe de subvención pública.

Sin embargo, ahora les recortan gastos y no se financiará apenas a cuatro gatos, que me imagino serán los mismos de siempre. Eso sí, ahora están todos lloriqueando por las esquinas y lamentando que los dineros públicos no costeen lo que antes era una vergüenza.

Pongamos un ejemplo: se rodó una basura llamada "Mentiras y gordas", con dinerito del Estado, es decir, de todos los españolitos. Una cinta de reparto mediocre, para variar, con un guión plagado de esos topicazos que eran uso y costumbre del cine español que marcó una época: putillas adolescentes, drogadictos, borrachos y muchas dosis de sexo cutre gratuito para atraer a un personal ávido de carne (me pregunto si somos de verdad tan tontainas, teniendo en cuenta que para ver cacho basta un click en google). Alguien se pregunta por el guión... ¿Acaso el guión de tal despropósito es necesario? Para mejorar la imagen de la cinta, diré que la que fuera ministra de Cultura estaba detrás de esa roña. La pagamos todos.

Repito y resalto: la pagamos todos.

Y ahora lloriquean mientras la población se las ve y se las desea para llegar, no ya a fin de mes, sino a mediados. Lloriquean protestando por la subida de impuestos de cultura (matizo, cine) pero se quedan callados como putas respecto a los impuestos que afectan a millones de personas.

Y yo, entonces, pienso: vaya, quizás de esta forma el cine comience a necesitar financiación privada, como en la mayoría de países del mundo, y tengan que presentar proyectos cinematográficos de calidad, trabajados y pensados. Y yo, entonces, pienso: vaya, quizás de esta forma se acabe el mamoneo que se ha vivido en el sector, en el que se han financiado mierdas de celuloide de una serie de enchufados, amiguetes y privilegiados, y comiencen a financiarse los proyectos por su calidad.

¿Quién sabe? Quizás es de los pocos recortes con el que estoy tan de acuerdo que se me saltan las lágrimas de emoción. Porque, a ver si despertamos de una maldita vez, nuestro cine es una basura, nuestras producciones televisivas también. ¿De qué demonios se quejan en el sector? ¿Por qué no se quejan de llenar nuestras salas y televisiones de pura basura?

Porque el estado ideal sería el siguiente: presento un proyecto, lo estudian y, si es bueno, se financia. Sin embargo el estado actual era: pido dinero para una película, mi colega dice que sí, y ruedo la primera basura que se me ocurre a ver qué pasa.

Siendo así, espero que la era de "Mentiras y gordas" termine y quede como una etapa sórdida de la cultura de nuestro país. Aunque mucho me temo que los apoltronados encuentren otra forma de seguir chupando del bote público que debería destinarse a aquellos que ya están pasando hambre y desesperanza.

miércoles, 10 de octubre de 2012

PATADÓN CHONI

Hoy he vuelto a escuchar la palabreja y no he podido refrenar el impulso. Aclararé, en primer lugar, que, dentro de mi concepción del español, "choni" es lo mismo que "cani". Es decir, que resumo las subespecies en una más generalizada que engloba la horterada y caspa cañí de la España más profunda y profundizable.

Una servidora padece cierta agorafobia, aunque es más preciso hablar de fobia social controlada. Agoto mi cupo de sociabilidad en el trabajo y, fuera de él, procuro rehuir en lo posible la fauna humana, aunque pueda ser tan adorable como un osito de peluche en el trato. Sin embargo, existen esas subespecies que hacen más difícil la tarea. Divierten, eso sí, puesto que se trata de un reto a la empatía de cualquiera.

La palabreja en cuestión es "descambiar". La palabra existe y significa "deshacer un cambio o trueque". Pero en el contexto de "cambiar un artículo por otro" chirría. Me importa un carajo que esté aceptada, pero chirría tanto que duelen los oídos y me dan calambre los empastes.

Es una palabra apropiada por canilandia, de tal forma que una es incapaz de visualizar a un ser humano pronunciándola sin ver un tanga asfixiado entre unos generosos glúteos, aprisionados por un pantalón de tres tallas inferior al necesario para su propietaria, que masca chicle con la boca abierta cual rumiante alimentándose mientras mira pasar un tren.

Es inevitable.

Pensará alguien que esto es un tema estúpido y sin relevancia, pero hay un trasfondo preocupante tras este asunto. Porque cada vez abundan más. La fauna choni-cani se extiende como el ébola, a una velocidad de vértigo y con unas connotaciones terribles. Desde el lenguaje hasta la moda, las costumbres más rutinarias, los modos y maneras del choniworld han invadido nuestro día a día.

Véase, si no, la moda de las sandalias del esguince, ésas terroríficas que hacen que el pie parezca vendado y que se acompaña comúnmente del anteriormente mencionado pantalón, o ese estilo de conversación de voz chirriante y estridente, con salivazo esparcido mediante chicle torturado. Véanse los hábitos relacionales entre féminas y efebos chonis y canis, el sexismo y ordinariez que los definen en sus formas.

Hace algún tiempo comentaba en este mismo blog que esta gente procrea. Matizo que procrean más, creando hordas de chonis que, muy pronto, relegarán a un rincón de la sociedad aún más oculto a todos los seres humanos, no normales (gracias a Dios eso no existe), sino "humanos".

Ahora reímos. Veremos cuando no encontremos un ser capaz en varios kilómetros a la redonda, cuando sintamos que vivimos "La Invasión de los Ultracuerpos" versión casposa.

Luego diréis que no os lo advertí.

lunes, 8 de octubre de 2012

LA MALDICIÓN DE LOS CIEGOS


La realidad es una entelequia. No existe mayor engaño que nuestros propios sentidos, algo que la ciencia no tenía necesidad de demostrar. 

Por lo tanto, nuestra capacidad de percepción de la realidad está limitada por lo que nuestro cerebro asimila y procesa tras el estímulo que recibe de esos sentidos, que nos engañan por la mera razón de sus limitaciones intrínsecas.
 

Hasta aquí, creo que todo el mundo debería estar de acuerdo. E imagino que tras lo que continúa también.
 

Si tenemos en cuenta todo esto, nos daremos cuenta de que, obviamente, cada ser humano percibe y procesa mentalmente los estímulos externos de forma distinta, sumando una serie de factores que provocan una relativa distorsión de la realidad: desde las patologías mentales hasta la educación recibida, pasando por las experiencias personales que han acontecido en nuestras vidas y factores externos como son los sociales.
 

De ahí, podemos comenzar a sacar ciertas conclusiones, como que cada cultura, por el mero hecho de promover unas costumbres determinadas o educar según sus propios métodos, siempre condicionados por el instinto de supervivencia del sistema social que les sostiene, se rige por una serie de normas de convivencia que pueden no coincidir con otras culturas. Sin embargo, la distorsión moderada de la realidad es un punto en común entre otros.
 

El problema es cuando a esa distorsión añadimos otros factores. En nuestra sociedad tecnológica, los medios de comunicación, sean cualesquiera que sean sus ámbitos de acción, suscitan polémica y preocupación entre distintos sectores, ya sean en el campo de la investigación científica o simplemente religioso.
 

Por un lado, porque asistimos a una decadencia de los valores puramente humanos, con lo que se ha alcanzado un grado de cosificación de la persona tan grave que aumentan los individuos de actitud despersonalizada y parasitaria (basta ver "Hermano Mayor" para asistir a un ejemplo clarificador de este asunto).
 

Por otro, porque ese tipo de actitudes promueven un estilo de vida notablemente perjudicial, tanto física como psíquicamente.
 

Los medios de comunicación presentan unos ideales imposibles de alcanzar, completamente irreales, generando una distorsión aún mayor, si cabe, de nuestra capacidad de analizar y comprender nuestro entorno. Nos generan una burbuja de semiinconsciencia que nos apartan de la experiencia de vivir como individuos autosuficientes y libres.
 

La era tecnológica se caracteriza por haber ido degradando la experiencia de ser y sentir como ser humano.
 

Resulta chocante la justificación de algunas personas ante sus impulsos deshumanizadores: "Fue instinto, somos animales". Y una se pregunta entonces por qué esos seres viven entonces en casas, o tienen trabajo, o utilizan un aseo para evacuar.
 


Y entonces, una se pregunta por qué se extraña alguien de que me sienta bien siendo diferente. ¿Es que acaso debo dejar de ser y sentir como ser humano para integrarme en la masa informe que se sigue generando?

viernes, 5 de octubre de 2012

SAYONARA, BABY

A nadie se le debe haber escapado la reflexión de marras. Llevamos unos añitos de recesión económica (vaya manía con llamarlo crisis, cuando quieren decir que estamos más jodidos aún) y pinta para largo. Algunos comentan que no saldremos de ésta hasta bien entrada la década de los veinte. Y es mucho, que nadie se engañe.

Por lo pronto, si ya andábamos escasos de infantes, y los que hay no auguran que nuestro país vaya a destacar por sus genios (dad un paseo y echad un vistazo a la fauna infantil española y me contáis si el panorama no es desolador), en el 2020 seremos un país envejecido y con escasos visos de cambiar. Obviamente, los que en estos tiempos se planteaban la posibilidad de sembrar la semillita y procrear, se lo piensan dos veces (y muchas más, creedme) antes de soltar al mundo otra criatura que engrose las listas del paro perpetuo.

Los infantes ya nacidos o producto de esos valientes que decidieron arriesgarse a la espera de tiempos mejores no parecen ser tampoco una panacea humanitaria. Un sistema educativo idiotizante y estimulador de la idiotez, que fabrica, produce y emite miles y miles y cientos de miles de futuros inútiles incapaces de valerse por sí mismos (¿ha intentado alguien hacer un cálculo exacto de idiotas por año? Pues imaginad esto hasta el 2020 y no creo que nadie se atreva a calcular) derivará en una era en la que los abueletes no tendrán más remedio que automedicarse antes de que les pille un "médico" generado por este sistema depauperado.

Añadiremos que esos abueletes, es decir, una menda entre muchos, sólo se podrán jubilar cuando ya la prótesis de cadera se haya quedado obsoleta. Tendremos una sociedad repleta de abuelos curritos, cansados de trabajar por un sueldo misérrimo y una pensión indigna, si no inexistente, aterrados por la posibilidad de ser atendidos por las generaciones posteriores, analfabetizadas por sistemas educativos vergonzosos y vergonzantes (ay, si el mundo abunda en bastardetes, imaginad la cantidad de bestezuelas que nos queda por asumir).

Preguntáis por sistemas financieros en esa época. No puedo responder si la prima de riesgo habrá subido, bajado o se habrá liado la manta y se habrá ido con su otro primo, el alemán, a comer chucrut y salchichas. Pero dudo mucho que la cuestión financiera esté del todo saldada en el 2020. De hecho, la primera imagen que me ha sobrevenido de nuestro querido país es el de una provincia europea venida a menos, que fue la princesita del baile, o eso creyó, y descubrió que acostarse con los otros príncipes no te garantiza un puesto relevante. A todo país se le cae el pecho con la edad y el nuestro es un país antiguo que no ha aprendido jamás esa lección.

En esa época, me temo, seguiremos tan imbéciles como ahora o más, pero en peores condiciones. Soy pesimista, diréis. No, no y no. Realista, que es peor.

lunes, 1 de octubre de 2012

ALGUNOS HOMBRES JUSTOS


A veces se tiene la fortuna de encontrarse con gente así. Son pequeñas joyas humanas, que pasan casi desapercibidas porque su heroísmo es rutinario, modesto.

No los veréis en la televisión, ni en prensa. Hablo de gente sencilla, cotidiana.

Su heroísmo está fundado sobre los pilares de la humildad, gente que hace el bien con sus gestos y su carácter.

En este caso hablaré de un hombre. Viene al caso porque, en estos tiempos en los que todo el mundo pide cambios, me es inevitable concluir en que el cambio debe provenir, en primer lugar, de cada persona, de cada ciudadano desde su propia conducta y forma de vivir y dirigirse al resto. Si cada uno actuara en su vida como el ejemplo que muestro, probablemente el mundo sería mucho mejor.

Desde niño tenía la habilidad de congeniar con cualquier persona. Muchos intentaban alterar su calma infinita, obteniendo, en su lugar, el mazazo del buen humor y del comentario inteligente que no sólo frustraba su propósito de airar, sino que provocaba que éstos se marcharan enojados al no haber logrado su objetivo.

Este hombre sencillo gusta de una vida sin estridencias, amando lo que el entorno dispone en sus manos, amando la naturaleza y respetando su belleza, defendiendo desde su criterio y su mirada limpia, que mantiene al niño que siempre fue, el ejercicio de la honestidad y transparencia, del trabajo y el tesón como fundamentos. No le veréis comprando en bazares objetos que ayudan a la destrucción de las tiendas de barrio, por ejemplo, ni sustentando las marcas que explotan a la infancia. Quizás no compre por consumir, sino por necesidad y con sensatez. Y si compra un capricho, no lo hace sobre las manos ensangrentadas de la esclavitud.

Tampoco le veréis ostentando su persona según sus posesiones o el coste de sus vestiduras, ni enloquecido por obtener el nuevo objeto de consumo a toda costa, ni viviendo su vida según lo dictado por la masa.

Disfruta de la vida como lo que es, sin los artificios de las dobleces y la hipocresía. Puedo permitirme ser concreta porque hablo de un hombre justo y honesto, conciliador y humilde, risueño pese a las adversidades y la fealdad que domina un mundo incoherente.

Siempre supo hacer frente desde la sensatez y su alto concepto de los valores que nos hacen humanos y nos diferencian de las bestias. Y no precisó de ser adiestrado, sino que los asumió siempre como algo inherente a la persona. Son valores que ejerce con naturalidad, de forma espontánea.

Hablo de un hombre que nunca pisó una universidad y maldita la falta, porque puede dar muchas lecciones en cualquiera de ellas acerca de ética y tantas cosas que ha aprendido por sí mismo, siempre inquieto, un niño grande que mantiene la inocencia, que no la ingenuidad. Lecciones sobre la tolerancia y el respeto, sobre la honradez y la humildad, sobre la sencillez y la autosuficiencia...

A veces he escuchado discursos de su voz que me han hecho sentir fascinación y orgullo, discursos que no podría enunciar un catedrático ni un filósofo, que dejan a su auditorio completamente rendido, porque su lógica y humanidad es aplastante, como sólo puede serlo el ejercicio de la sensatez y solidaridad más puras.

Porque su heroísmo es el de aquellos que son ante todo humanos, sobre cualquier interés o subterfugio.

Cómo no sentir orgullo de un hermano así. Cómo no desear que la mayoría de la gente fuera así.

domingo, 30 de septiembre de 2012

LA CALMA PRECEDE A LA LOCURA

Si el ser humano padece una dolencia grave y peligrosa, ésa es la de la generalización. Una tendencia a pensar en términos de absolutismo nos define y, a pesar de que en algunos casos la obviedad convierte en definitivas algunas conclusiones, en la mayoría de ellos no es así, cayendo en múltiples riesgos que, normalmente, no son medidos con antelación.

En el marco de una semana especialmente tensa, se agradece el desarrollo de unas manifestaciones multitudinarias y pacíficas (aunque concluyeran de forma violenta). Sin embargo, queda la sensación amarga de que muchos sectores se están radicalizando sin calcular las terribles consecuencias que pueden provocar.

Ni todos los manifestantes son violentos radicales ni todos los policías agreden sin miramientos. Me atrevo a ser tajante, incluso, en que ni la mayoría de unos ni la mayoría de los otros son partidarios ni ejercen la violencia.

La violencia no debe ser una herramienta, ni siquiera un elemento de debate. La locura de justificar su uso según los objetivos me parece, aparte de una incoherencia (es decir, nos parece mal su uso en guerras, pero algunas personas la justifican como forma de revolución; no lo entiendo ni lo comparto),  de una necedad brutal.

¿Se ha detenido alguien a pensar en las consecuencias? ¿Es que acaso el uso de la violencia va a mejorar nuestras condiciones de vida? ¿Qué derechos, aparte del derecho a temblar, puede garantizarnos una revolución violenta?

A estas alturas, voy viendo que muchas personas consideran un juego o un ejercicio de desfogue el enfrentamiento callejero, sin detenerse a pensar en que sus actos arrastran el destino de millones de personas que sólo quieren cambios justos para vivir en paz y seguridad.

Puedo decir que me representan las personas de bien, que buscan soluciones sensatas y de forma pacífica. Pero el que vuelca un contenedor o arroja piedras no me representa en absoluto. Como tampoco me representa la casta política de este país penoso que no hace más que mostrar el grado de patetismo de sus instituciones y sus habitantes, y no en su mayoría, sino en una minoría ruidosa y estridente que acalla las voces que quieren paz.

Porque esa minoría debe darse cuenta de que la gran mayoría de personas que se han manifestado estos días han acudido y se han mostrado pacíficos. Así como la mayoría de agentes de la ley (dudo mucho que la mayoría de ellos se haya lanzado porra en ristre a repartir). De hecho, estoy más que segura de que la mayoría de agentes de todo el país tiene mucho de qué quejarse de la situación actual y lo hace.

Entonces me pregunto si es que somos tan imbéciles, a pesar de tener el referente histórico de una guerra civil deleznable e ignominiosa, seguida de una dictadura brutal (¿cómo es posible que vea a gente comentar que estamos peor que con Franco? ¿cómo se puede ser tan sinvergüenza e imbécil?), como para reiterar una época que sólo traerá miseria y sufrimiento.

¿Acaso somos tan imbéciles, tanto desde el pueblo como desde la casta política, como para no detenernos y llegar a un acuerdo justo para la ciudadanía? ¿Es tan valioso Don  Euro como para pensar antes en los bienes personales que en el bienestar de una sociedad entera?

Vivamos en paz, aplaquemos el ruido y la ira. El odio sólo genera más odio. Pero nunca proporciona soluciones efectivas e indoloras.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

MALOS TIEMPOS PARA LA LÍRICA

Lo cierto es que, con toda probabilidad, no haga más que incrementar mi lista de amigos, todo dicho con cierta ironía. Y tristeza, para qué negarlo.

Corren tiempos turbulentos y complejos, que denotan la llegada de una era que ha culminado con lo que en España se ha denominado transición democrática (sea cual sea el significado actual de ese término). El malestar popular ha derivado en una especie de carrera de pollos sin cabeza: la impaciencia predomina entre la población, entre la casta política, entre los medios de comunicación... Existe una tendencia tan alarmista que se está generando inquietud y miedo cerval.

En mi opinión, y digo bien, mi opinión, que no deja de ser una opinión más dentro de todas las que surgen en estos tiempos, se pueden producir cambios desde las propias instituciones, de forma consensuada, de forma eficaz, si la gente se compromete de verdad y sin necesidad de actitudes coercitivas.

Lamento profundamente tener que decir esto, pero, en mi modesta opinión, ciertas actitudes tanto del pueblo como del Estado son coercitivas. Ayer se pasaron por el forro de los bajos, tanto unos como otros, la Constitución española y el Código Penal.

Ayer fue un día triste y penoso más entre tantos que se pueden ir observando desde hace tiempo en nuestro país. La imagen quizá más patética fue la de ese enfrentamiento entre unos y otros, ciudadanos al fin y al cabo, perdiendo los papeles en las calles. Me da igual quien empezó. Ese tipo de cuestiones es típico de los patios de colegio.

Lo crucial, lo relevante es pensar que, en pleno siglo XXI, en plena Europa, sucedan ese tipo de escenas. La reflexión que deberíamos hacernos todos, desde el más humilde trabajador hasta el más alto cargo político, es si merece la pena llegar a extremos que no se veían con tanta nitidez desde tiempos en los que las fuerzas de seguridad vestían de gris y las causas estaban, en mi opinión, más justificadas.

No se puede destruir para construir cuando hablamos de un sistema que afecta a millones de personas, por la simple razón de que, durante ese intervalo en el que se llega a la nada absoluta, esos millones se quedan en un limbo que, conociendo la trayectoria lamentable de este país en el que las envidias, traiciones y otros malos sentimientos campan a sus anchas, el primer dictadorzuelo de tres al cuarto, sea cual fuere su ideología, aprovecharía para erigirse como profético salvador de nuestras miserias.

Sin embargo, desde el amparo, por muy escaso que sea, de nuestra malograda Constitución, sí se pueden ir modificando las cosas gradualmente para bienestar de todos. Basta que la gente de buena fe asuma el compromiso de firmar y solicitar. Y basta que los políticos de nuestro país asuman que es necesario llevar a cabo ciertos cambios que garanticen la transparencia, la equidad y, sobre todo, la tolerancia.

Falta compromiso de unos y de otros. Nadie es santo de mi devoción. Es hora ya de que términos obsoletos y rancios como izquierda, derecha, comunismos, fascismo, y todos esos -ismos con tufillo a dictadura queden zanjados.

Es tan sencillo como que se solicite, si no la creación de una nueva constitución más acorde a nuestros tiempos, sí una revisión importante de la que llevamos arrastrando desde hace más de treinta años, que tuvo su utilidad en una época de transición, pero ha quedado obsoleta.

Y tras esa solicitud, se precisa el compromiso de la casta política y jurídica (de la financiera, mediática, etc, ya se hablaría después) para llevar a cabo con sensatez, justicia, equidad, la creación de esa constitución realmente democrática y consensuada.

Se precisa diálogo y tolerancia, dejando a un lado todas las rencillas necias que no hacen más que dañar aún más la situación complicada que vivimos.

Es lo que se echa en falta. Es la gran razón por la que ayer fue un día aciago.

jueves, 20 de septiembre de 2012

EL ECCE HOMO O LA SENECTUD DESVERGONZADA

El día ha amanecido nublado y me tendría que haber olfateado la tormenta.

Hace un tiempecillo, saltó la noticia de la abuela que se cargó un cuadro del Ecce Homo. Los medios de comunicación alimentaron la visión del asunto como una gracia. Pobre mujer, afligida y asustada, la reacción más lógica que puede experimentar quien destruye una obra de arte, no osaba más que a balbucear su arrepentimiento y temor.

Repito, la reacción lógica fue la suya, en ese momento. Otra cosa ha sido la estupidez que se ha propagado allende las fronteras de este país cateto llamado España y que no contagia a otros más que pandereta y gilipollez llevados al extremo (¿qué se podía esperar tras la Macarena y el baile de memos que suscitó?).

La cosa está en que miles de tarados han iniciado un peregrinaje para visitar la tontería suprema y dejan una limosnilla en el lugar (qué menos que pagar para expiar la gilipollez; les honra), pero los familiares de esta abuela ya han olfateado los dineros y, a pesar de que ninguno de ellos salió en los medios al lado de esta mujer cuando aparecía temerosa y arrepentida, ahora buscan cobrar los derechos de autor.

No se puede tener menos vergüenza.

No me explico cómo es posible que no se le hayan pedido ya responsabilidades por el desaguisado. He imaginado que por mera compasión de una anciana. Sin embargo, la edad no forja ningún santo, al menos no en este país.

De hecho, somos expertos en forjar sinvergüenzas, ladrones, corruptos, y, en este caso, a la vista de cualquiera está.

Pero voy más allá y pienso en las dimensiones que ha alcanzado un tema que debería ser meramente anecdótico o, como mucho, una gracieta temporal. Esas peregrinaciones para "contemplar" la chapuza imperdonable de una mujer que se ha arrogado el derecho de restaurar una obra de arte. ¿Se puede ser más patético? ¿Se puede ser más idiota?

Sí, efectivamente, amiguitos míos del alma, se puede y, ojo avizor, que la cosa promete y temo que mi capacidad de asombro no ha alcanzado aún su límite.

Porque lo más dramático de todo este asunto es que muchos que, quejumbrosos, protestan por la corrupción y el latrocinio generalizado de nuestra amadísima casta política, pronto llenarán sus bocazas de apoyo acérrimo a las reclamaciones de la abuela jeta y sus familiares misteriosamente aparecidos.

Tenemos lo que merecemos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

EL DÍA DE LA ESPERANZA

Me temo que debo incrementar el número de nuevos amigos. Debida a la reciente dimisión de Esperanza Aguirre de su cargo y su retirada de la política, la red es un hervidero de opiniones.

Sin embargo, lamento y echo en falta la necesaria reflexión acerca de este asunto. Sólo se ven opiniones deseando enfermedad a esta mujer, o limitándose a celebrar su dimisión.

Mi reflexión va dirigida hacia otra parte. Es una oportunidad maravillosa para solicitar la dimisión de un amplio sector de la clase política. Y con clase política no me refiero sólo al partido que nos gobierna, sino a TODOS.

Porque, si algo define a esta España tan nuestra, es que cada uno de los partidos políticos inscritos como tales, desde el más votado hasta el que apenas tiene representación, están plagados de corrupción hasta las trancas.

Nos rigen y oponen una caterva digna de enviar a Marte. He leído criticar que esta mujer tenga bienes y no he podido evitar la carcajada ante la inocencia de tantas personas. Tenemos unos políticos que cobran unos sueldos desproporcionados, además de unos sindicatos amancebados por el Estado que no han chistado ni hecho ademán de renunciar a ese estatus incomprensible. Tenemos unos políticos que viajan por la jeta a nuestra costa, que disfrutan de unas condiciones que escapan a mi entender en estos tiempos y tantas plusvalías que me sorprende que aún la gente sólo reclame la dimisión de los que gobiernan, sin hacerlo extensible a toda esa casta.

Porque, no nos engañemos, se tiene aún ese concepto necio y retrógrado de la política vigente desde finales del siglo XIX, con ese tufillo a naftalina y a rancio.

Las ideologías han muerto desde hace mucho tiempo, no sé si desde que se tiraron las cazadoras de pana a la basura y se cambiaron por ropa de marca, pero sí sé que no existe ni la izquierda ni la derecha.

Sólo existe un gran número de ladrones variados, de corruptos bien untados y de ciudadanía que se adormece en frases hechas y refritos vetustos.

No puedo dejar de pensar en los relojes de un líder sindical cuyo coste ronda los 20.000 euros, en total cinco. Los que se han visto. No dejo de pensar en la demagogia que se esgrime a diario desde ambos extremos de la política de este país y no puedo más que sentir entre tristeza e indignación, y asco, pero por todo y todos.

Porque seguimos con un velo tan opaco cubriendo los ojos que estamos abocados a caer de dictadura en dictadura.

Al final, me tendré que ir a Marte yo, si me dejan.

domingo, 16 de septiembre de 2012

LA VECINA DEL OJÚ II

Algunos temas requieren segundas partes por razones inevitables. Y, por supuesto, mucho había tardado que este tema en concreto clamase a gritos (como, literalmente, ha hecho) no una, sino cientos de secuelas de bilis y desfogue.

Con su prosa salerosa ya apuntaba maneras y advertía de que esto ocurriría tarde o temprano.

La música lolailo, conocida por flamenco o simple y llanamente música folclórica andaluza (sí, estoy ganando un buen puñado de amigos del alma, lo sé, pero ya estoy más que harta de que España se vea como "Olé tus muertos" y "El dichoso duende" -encima, el puñetero duende no trae olla con oro-, o la paella). Todo el día a toda pastilla. Realmente me importa poco la música que escuche la gente, sí, creed lo que os digo.

Pero es que hay una sutil diferencia de decibelios entre escuchar música y disfrutarla en tu casa o poner cualquier música a un grado de decibelios que se usa única y exclusivamente para fardar de altavoces y mostrar a tus vecinos tu mal gusto musical.

Odio el flamenco. Ya está, lo he dicho. Pero también me toca las narices el folclore sea de aquí, de allí y de acullá. Puedo soportarlo, generalmente con dos copas de vino y ambiente festivo (en algunos casos, agradecería química de farmacia para sobrellevarlo más dignamente, pero de sueños se vive).

Camarón nunca me ha gustado y sólo lo he visto como una especie de caricatura de Jesús tocando palmas. Para que podáis devolverme la posible ofensa, os digo que me gusta la música llamada infernal, la música clásica, el rock, hasta algo de "ruido de fregadero", ya me entendéis.

Pero si a esa mujer, que grita como una desesperada desde la montaña más recóndita de la sierra, como si se estuviera flagelando con braseros ardientes mientras se arrastra por una balsa de espinas, si le añadimos, repito, a mi vecina con su "ojú" diabólico y grotesco, la cosa se convierte en un atentado acústico de proporciones insospechadas.

La diferencia está en que yo no pongo mi música a toda leche ni molesto a los demás. Alguien me dirá que esa música pide ser escuchada a todo volumen. Vale, ponte auriculares o joróbate como yo. La música infernal pierde demonios a medida que se reduce el sonido, digo yo.

En fin... Definitivamente no soy "South girl". Para cualquier reclamación o pataleo ofendido, tengo las hojas disponibles en mi email, pff...

viernes, 14 de septiembre de 2012

PATEEMOS EL CUORE

O "Reivindicando el congelador, ese gran olvidado".

A nadie se le escapa, a estas alturas del cuento, el efecto del capitalismo como generador de una sociedad mercantilista que se extiende hasta las relaciones humanas más básicas.

Tras la engañifa del individualismo se asumen actitudes que pretenden ser opuestas a ese sistema pero, paradójicamente, lo promueven, lo nutren.

La ironía más evidente subyace en que el concepto original del judeocristianismo es el más anticapitalista. Sí, sí, sí, no me peguéis y analizad. Poned en marcha la neurona y el asunto es de una obviedad que pasma.

La familia como tal, sea cual sea la sexualidad, hábitos y costumbres de cada uno de los miembros que la componen, es el sistema más justo, equilibrado, y antimercantilista frente a las actitudes que propugnan su destrucción en pro de pensamientos supuestamente elevados, que no son tales.

El corazón es la parte de nuestro organismo que más sufre y padece estas contradicciones, en una etapa históricamente transitoria que derivará sabrá Dios hacia dónde pero que, como supongo que todos estaremos de acuerdo, salta a la vista. Los esquemas tradicionales no están obsoletos del todo, pero están abocados a una aniquilación evidente.

Mamá trabaja fuera de casa y ha conocido a una mujer que la ha vuelto del revés, mientras papá se ha ido a vivir con otra mujer que le lleva veinte años y tiene dos hijos de su misma edad. Una premisa que no extraña ni debería hacerlo. Es habitual y debe serlo.

La cuestión no está en el hecho sino en el sentimiento. Y ahí va la contradicción.

En nuestra era el ser humano sigue buscando, anhelando, deseando, sentir plenamente esa cosa llamada amor y que pocos conocen.

Muchas personas, de hecho, creen que no existe, confundidos por sus sucedáneos: codependencia, deseo sexual, miedo a la soledad, incluso necesidad... Son tantos los sucedáneos del amor que éste, inevitablemente, se convierte en un gran desconocido e, incluso, se llega a negar su posibilidad.

Todos hablamos del miedo a la soledad, pero nadie menciona los terribles estragos personales que produce el miedo a amar, que oculta el miedo a perder esa falsa libertad que proporciona el individualismo recalcitrante.

Ese individualismo tiende a convertir a los seres humanos en productos de mercado (encuentro algo, pero permanezco a la búsqueda de algo mejor), y, a su vez, unido a esa exaltación peligrosa de la juventud eterna, promueve la negación de un futuro que se debe mirar de vez en cuando.

Siempre me he dicho que no existe peor pregunta en la edad madura, esa que obliga a mirar atrás y surge con un "¿Y si?", que resume las oportunidades que tuvimos y rechazamos imbuidos en un miedo irracional a arriesgar o sacrificar.

Acostumbrados al deseo de obtener sin arriesgar, por la vía fácil, caemos en la boca del lobo de nuestros terrores: no quiero estar solo, por ello alimento relaciones banales, sin sustancia, pero voy picoteando de todo sin saborear ni profundizar, no vaya a ser que acabe sufriendo, porque nada es eterno.

Cuando decimos que algo no será eterno, lo condenamos desde el principio a ser efímero como el rosario de la aurora. Predecimos algo por no pensar en el esfuerzo de mantener y cuidar.

El ejemplo de la planta es una vez más crucial: si no eres capaz de cuidar de una planta, de hacerla reverdecer, de mantenerla con vida, ¿serías capaz de hacerlo con el amor de otra persona? Difícil.

Si siembras con la idea preconcebida de que esa planta morirá, esa semilla no germinará y, si lo hace, será tan endeble que no sobrevivirá.

Y nace una pregunta inevitable: Entonces, ¿para qué sembrarla? Y yo pregunto: ¿Y por qué no?

Los tomates nacen de una planta, así como las flores: unos alimentan, las otras embellecen. ¿Acaso no son razones contundentes?

viernes, 7 de septiembre de 2012

HOY QUIERO JURAR

En todas las lenguas muertas y las moribundas, las modosas y tremebundas. Sí, ¿qué pasa? Hoy quiero jurar y, como más o menos se dará cuenta cualquiera, eso mismo haré.

Día especial para jurar. Una edil se hace un dedo o sabrá Dios el qué, pero varias cochinadas ante una pantalla, le suben el vídeo y ahora la pobre mujer debe sufrir y padecer a cuatro tarados que la insultan alegremente, además de la vergüenza y otros daños sólo por el mero hecho de desfogarse como le ha dado la real gana.

No la defiendo por su ideología. De hecho, su partido no es precisamente santo de mi devoción. Pero lo que me parece de matadero público es el acoso y derribo de esa mujer por una solemne patochada.

Vivimos en un país con más puticlubs que bibliotecas y librerías juntas. En este maravilloso e hipócrita país, vas a un kiosco y las revistas más vendidas son o esas cochinotas o las que ponen dos melones de reclamo.

Si pudiéramos acceder a las estadísticas de navegación web en este país tan ilustre y recatado, veríamos que las páginas porno están petadas de pajilleros virtuales. Asimismo ocurre con las ventas de lencería de corte pilingui en la que tanta casta y modosa embute sus lorzas para desfogar con el de turno.

Pero entonces salta la noticia, vaya escándalo. Imagino que un prócer ciudadano "españó" estaba buscando información sobre la siembra del garbanzuelo y se topó casualmente con el vídeo de esta mujer. Válgame Dios pensar en que tuviera otras intenciones.

Encuentra un vídeo y ya tenemos el circo a lo cañí.

En mi vida nunca he visto tantas tetas como en las páginas más modositas de la red. De hecho, basta ir a la playa y ni siquiera me hace falta irme a un sitio tan obvio. Hay sobresaturación de tetas. Y por el camino necio que llevamos, empezaremos a estar hartas de ver carne masculina. Hay tanta sobresaturación que veía hace una década a madres castas y recatadas comprando una publicación, que todos conocemos en este país, que venía a ser un compendio de consejos para ser una pequeña putilla de provecho, a sus hijitas de doce años.

Pero, Dios mío, qué vergüenza, una mujer hecha y derecha que se masturbe. Hay que ver. Hipócritas.

Pensaba que a estas alturas, cuando ya nos han metido tetas hasta en la sopa a base de cutrecine español, publicaciones, moda hortera, etc. etc., ya nadie se iba a inmutar por una tontería tal como que una edil se haga un dedo ante una pantalla del ordenador. ¿Es que los ministros no se la cascan? ¿Son como el Papa?

No sé si habrá alguien que no haya sentido vergüenza ajena ante las imágenes de una mujer destrozada, siendo "MALTRATADA PÚBLICAMENTE" por cuatro gallitos de corral. ¿Dónde estaba la policía para detener a esos garrulos de pata partida?

Mi otro juramento va por esa decisión de obligar a los parados a apagar los incendios. A ver que me entere yo bien, porque no me queda claro. Resulta que tenemos las cárceles españolas a rebosar de narcos, de pederastas, de violadores, de maltratadores, del coño de la Bernarda, de políticos corruptos, de ciudadanos corruptos, y lo que me dejo en el tintero. Pero, Dios nos libre de mandarlos a trabajar, pobrecitos. Para apagar los incendios están los parados.

Viendo estas cosas que las noticias nos deparaban hoy, no me queda más que decir que este país tan nuestro y maravilloso merece con creces irse al pozo más profundo. No me extraña, cuando aún tenemos la
cabezota metida bajo un turbante mental.

BAILEMOS UN TWEET

Incluso la tos falsa de una madre, que significaba (no utilizo el presente porque no he vuelto a escuchar esa tos en las madres de hoy) que te autorizaba a aceptar la invitación a galletas de la vecina con un implícito "Sólo una" de corte militar, es más duradera que el efecto de un mensaje de eso que llaman Twitter.

Tweet, un trino y ni eso, es sólo una forma de piar brevemente .

Confieso que me empieza a gustar la cosa ésa, la del "tuiteo" y el "feisbuc". Ambas plataformas de éxito brutal, mayoritariamente usuarios coincidentes y, no obstante, impulsos, al menos en mi caso, diametralmente opuestos.

El Twitter saca mi faceta más sarcástica, como si un dedito molesto hurgase hasta encontrar ese botón que abre las compuertas que liberan ríos de bilis. El Facebook parece incitarme a contener más esa mala baba.

Claro, una servidora no puede reprimirse y analiza hasta que llega a una serie de conclusiones que han resultado ser bastante inquietantes. El Facebook facilita el aislamiento o, mejor dicho, la comunicación controlada. Allí es relativamente fácil sustraerse de la acción perniciosa de los que campan alegremente por Twitter, cuyos comentarios y frases te persiguen, no permiten que escapes del efecto de su lectura.

Me explico: Twitter es un contenedor de frases de genialidad irrefutable, que nada tienen que envidiar a los pensamientos de cualquier autor clásico, mezcladas en un batiburrillo con sentencias cargadas de mala leche, con cierta gracia, y afirmaciones adolescentes, que son observables en criaturas que superan la treintena.

He emprendido una batalla campal metafórica contra Justin Bieber, en mi jerga el Justino de los Webers, que ya representa un símbolo de esa caterva infernal que viene tras mi generación apuntando malas maneras, tontería a raudales y actitudes narcisistas inagotables. Y eso que mi generación no es precisamente una corte de angelitos, pero, al menos, nos enseñaron a escribir y a leer, se le haya sacado provecho o no.

La fauna twittera de la que hablo es tan incapaz de condensar un pensamiento con sentido en esos escasos caracteres, que muchos se limitan a pregonar su amor por la choni o poligonero de turno o famosete de tres al cuarto, pensando, quizá, que con ese grito chorra repleto de faltas de ortografía el Justino o Justina van a caer rendiditos a los pies de su ordenador. Inquieta darse cuenta de que, en el caso de la fauna cañí, es más que probable que así sea, que esa choni vea esa declaración de amor pixelado por un electromancebo, que en el "pío, pío" anterior manifestaba "SimañanaseAcabaseelMundo sería el mayor violador de la historia" (frase real, me temo), y caiga rendida y desmayada a golpe de "aifon", con tecleo frenético y cargado de hormonas incluido.

Inquieta. Como lo hace observar que, personas como yo, destilamos bilis en esas otras sentencias paridas de la desidia que generan los amantes de polígono y lata humana en conserva.

He descubierto que Twitter es un campo de concentración de almas. Una máquina que devora palabras necesarias, que reduce tanto el mensaje que nos convierte en robots, autómatas de consumo rápido. Una frase tan condensada, si careces de recursos lingüísticos, pierde todo el significado del que se le quiso dotar cuando nació.

Si a ello añadimos la escasa capacidad analítica del receptor del mensaje, que es notorio en esta plataforma, el significado ya ha sido tan tergiversado y prostituido que es casi imposible la existencia de un diálogo real.

De esta forma, contemplo a diario intercambios de frases lapidarias, unas veces, simple y llanamente imbéciles, otras, en los que nadie se comunica en realidad y maldita la falta que hace. Sin embargo, y a pesar de todo, de ahí nacen relaciones que, imagino, tienen descendencia.

Esta gente procrea. Procrea, repito. Y entonces la inquietud va dejando paso a una carga de bilis que desprender. Ni pensión, pues se la han gastado antes incluso de haber terminado de pagarla a los jubilados actuales, ni servicios asistenciales de calidad (con que sepan medir la fiebre me conformaría), me auguran una tercera edad que me reafirma en ese consejo twittero, cargado de impotencia, que di a un amigo jovenzuelo, perteneciente a un escaso grupo que aún puede ser la esperanza, y que venía a ser tal que así: " bla bla bla... Ahora en serio. Los tíos inteligentes, empezad a fecundar chonis, a ver si así se salva la especie".


miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA TETA VAMPIRO

La he llamado Elvira, quizá por el chascarrillo. La malvada y alevosa, con ese bulto de piedra que parecía amenazante y mortífero pero que se ha quedado en una compañía alienígena en mi organismo.

Le he puesto nombre, ahora que va a ser una parte de mí, qué menos. Faltaría. Ya que se va a quedar necesita un nombre para que me dirija a ella apropiadamente. Una servidora se jacta de educación y es cuestión de orgullo, qué caray.

La teta vampiro nació sabrá Dios cuándo, sabrá Dios cómo y por qué, aunque la última cuestión no me resulta ajena o extraña. No estaba yo por la labor de atender a su concepción y nacimiento. Un día estaba ahí. No fui una madre modélica precisamente. No presté atención a la criatura que crecía en la teta y la estaba convirtiendo en un vampiro desdentado.

Sin embargo, una vez me dijeron que había parido un ente sobrenatural en mi organismo, me he volcado en conversar con ella, en darle cierta relevancia, más que nada para que no se ofendiera. No es sano indignar a un ser extraño en tu cuerpo, por si le incitas a hacer algún destrozo.

Hubo un tiempo en el que deseé que la arrancaran de mí, pero, oye, que se le coge cariño. Tiene su carácter, su chispa, su ingenio pectoral. Realmente va de dura, pero yo sé que no tiene mala intención. Le pierde el corazón, que le da coletazos constantes.

-Aquí dice que la paciente desea que se le extirpe -me dice la doctora.

Pero yo, cuando miré hacia la teta vampiro y ésta me devolvió la mirada con ojitos tiernos, no pude resistirme. No puedo evitarlo, soy sensible al dolor ajeno e incapaz de matar una mosca. ¿Cómo podría matar mi teta y encima tras esa mirada ciega y lánguida?

Así que ahí está, Elvira, feliz y sonriente. Y habrá quién se pregunte cómo estoy yo con esa compañía.

No puedo estar más que feliz. Una nueva amiga, hija adoptiva pergeñada por mi cuerpo. Se le coge cariño, tan inofensiva como es.


lunes, 3 de septiembre de 2012

ELOGIO A SU MAJESTAD


«En el escenario le hago el amor a 25000 personas diferentes. Luego me voy sola a casa.»

Una frase que resume la vida de una reina. Dramática. Desenfrenada como sólo puede serlo, inevitablemente, la trayectoria vital de un ser que iluminó de voz rasgada y amor inconmensurable cada parcela que pisaba. 

Postraros, que hoy vengo a rendir homenaje a la grande, inmensa, Janis Joplin. Se le puede intentar juzgar por sus errores, por sus aficiones, por su moral disipada. Allá cada cuál. Sin embargo, el que esté libre de pecado, bla bla bla, ya sabéis.

Lo fue y mucho más. Pero no he venido a eso, ni ella ilumina este humilde blog por eso. Nadie puede juzgarla, faltaría. Sólo se le puede corresponder al amor que repartió, que regaló sin recibir jamás en la medida que ella entregó denodadamente.

De su vida sabemos tanto como sólo se puede saber tras una muerte inesperada de alguien que marcó una época y que fue la primera rockera, en un mundo difícil para la mujer en esa época tan liberada, en teoría. Siempre me despertó compasión (debo matizarlo por el uso y abuso erróneo del término; es "padecer con"), una mujer que sentía la soledad como su eterna compañera y que supo hacerle frente con mejor o peor fortuna. 

No seré yo quien la juzgue porque sólo puedo admirarla. Su música conmueve y seguirá conmoviendo, entre aquellos que aman la canción sentida, sincera, prodigiosa. Nadie ha sabido honrar sus canciones puesto que sólo ella las dotaba de la honestidad del sentimiento profundo y volcado.

Janis se evadía de la realidad con lo que podía y eso fue su final. También su proceso. Pero no olvidemos que su gran droga fue la música. Fuera del escenario no tenía otras vías de escape. Y se entiende perfectamente que quisiera huir de un mundo turbulento y sórdido, que compensaba con la fuerza de su alma derramada en su voz rota.

No es un amor platónico, pero sí un modelo de mujer que existe en gran medida gracias a su forma de romper con los moldes que le intentaron imponer. Hizo lo que quiso, dijo lo que quiso, vivió como quiso, sólo empañada por la soledad, su constante. Sin embargo fue tan revolucionaria que su canto desesperado a Dios aún sigue erizando la piel, con su voz rota, llorando canción.

Pero ahí la tenéis, como siempre apareció y trató de ser recordad: mujer sola que ama sin esperar nada a cambio, con el amor más puro y no sujeto a compraventa, con el alma libre en un mundo que no lo ha sido jamás.

Hizo, dijo, quiso, vivió, murió, como ella misma decidió. Amén, reina. Todos te seguimos amando.

"Me siento tan inútil aquí abajo, sin nadie a quien amar. A pesar de que he buscado por todos lados, no puedo hallar a nadie que me ame, que sienta mi cariño... Así que, guíame, Señor, oh, ¡úsame, Señor! ¿Te puedo enseñar lo duro que es tratar de vivir cuando estás solo? Todos los días trato de avanzar, pero algo me empuja hacia atrás".

(Work me, Lord).


jueves, 30 de agosto de 2012

EN OCASIONES SUSPIRO VIOLINES




Queridas amigas que compartís género conmigo:

Os voy a presentar, tras abrir boca con George Hamilton alias "Mordisquitos", al insuperable. No fue mi primer amor platónico, pero sí probablemente el segundo... oh, no, el tercero, buen número. El segundo fue otro gigante, Bach, menos agraciado, pero su música compensaba cualquier otro defecto.

Este caballero que ilustra estas humildes palabras es Vivaldi, un honorable Piscis (ya que nos separan los siglos, que nos una el zodíaco; con poquito me consuelo), y, por si acaso, que nadie se ofenda, compositor.

Algunas personas lo reconocerán por los vídeos de Youtube con un árbol congelado en el que suenan violines. Winter, se llama, aunque también se le puede encontrar como Invierno. Perdón por el sarcasmo, pero es que este caballero fue el padre del metal. Ya está, lo he dicho.

Este caballero fue el primer metalero de la Historia, aunque fuera sacerdote, aunque fuera un maestro de violín. Y reconozco que en su época me habría costado no tirarle los trastos. No riáis, que bien que os ponéis tontorronas con las pelis de época y John Malkovich en "Las Amistades Peligrosas", que no es un Adonis, pero a todas nos gustó y nos hizo temblar las rodillas (no incluyo a cierta generación porque con lo del Justino de los Webers ya me han dejado claro su mal gusto).

Quien ame el metal (en todas sus vertientes; aclaro que metal es mi peculiar resumen de tantísima corriente y género que sería imposible enumerar) sabe a qué me refiero. Steve Vai, Yngwie Malmsteen, Joe Satriani... Tuvieron que homenajearle y habría sido delito que no lo hicieran.

Chicas, mirad ese retrato de Vivaldi, cambiad el violín por una guitarra eléctrica y actualizadle el software capilar. No me digáis que no es un metalero de los de época, de esos que son atemporales, inmensos, geniales compositores. No me digáis que no entendéis que aún, desde que era una renacuaja que escuchaba sus violines hacerme suspirar en el jardín, cuando se mezclaban metal, rock y música clásica en mi pequeño corazoncito infantil y me acompañaban entre líneas de papel, ame desde lo más profundo a este genio y figura ya en la sepultura. No me digáis que, después de esa visualización, aún pensáis que Brad Pitt, los mini monstruos de la saga "Corpúsculo", incluso el erotismo cutre y amarillista de la cosa esa de Grey (¿no era eso una serie culebrón de médicos en USA?), no me digáis, repito, que no os volvería locas. Porque el trono de mi platonismo amoroso es suyo... Bueno... compartido, entre otros, con Einstein, pero ya son otra historia.

Qué bonito habría sido nacer en otra época. En fin.

LIVE AND LET LAUGH

Lo sé. Queda feo tanto "espanglish", es una patadita estomacal al purismo y no queda fino; no, señor. Niña mala se queda sin postre después de cenar.

Venga, va, dejadme una licencia otra vez más, que esto va por una buena causa.

Voy a ponerme en situación. Advierto que esto no pretende generalizar. Muy al contrario describo un caso muy concreto, tan concreto que puedo decir concretísimo, sin que me tiemble el diccionario ni Cervantes se remueva demasiado en su tumba.

Empresario da con una pareja de talento, mete en la olla lo que rima y el asunto prospera, hasta el punto de que la pareja de talento supera con creces al empresario.

Éste vuelca su frustración sobre lo que le rodea, en especial sobre sus subordinados (en su peculiar visión distorsionada por su baja autoestima y complejo de inferioridad, son súbditos), siendo especialmente despótico con aquellos que considera por encima de su nivel intelectual y/o humano. Conste que esto no me lo saco de la manga. Es algo estudiado por quiénes deben y ampliamente divulgado. Cualquiera puede consultarlo.

Facilito la tarea. Búsquese el término "mobbing", aunque prefiero llamarlo como debe ser: acoso laboral. Las cosas por su nombre.

El acosador laboral tiene ese complejo y lo paga con los que sostienen su equilibrio profesional, con la base de su pirámide. No es un empresario sensato, puesto que arremete especialmente contra sus trabajadores más valiosos (vuelvo a remitir hacia las múltiples y variadas fuentes sobre el tema), algo que acaba revertiendo en la estructura empresarial y provoca que ésta no funcione con la eficiencia que podría. En la mayoría de ocasiones, este sujeto genera bajas laborales por depresiones y ansiedad a puñados.

Desconozco las razones por las cuáles no se ha legislado en condiciones sobre este asunto. ¿Acaso no resulta sospechoso que en una misma empresa se produzcan tan numerosas bajas laborales por esas razones? Y no hablamos de empresas de gran proyección internacional, ni siquiera nacional. No hablo de esas empresas de cientos de trabajadores siquiera.

Un caso de acoso laboral y probable vampiro doméstico (me froto las manitas al pensar en qué pasará cuando esa hipotética mujer despierte). Este detalle no debe escapar a nadie: absorbente con su pareja hasta extremos insospechados, con una posesividad enfermiza...

Y además acoso laboral.

Todo el que lo piense con sensatez, con un mínimo de actividad cerebral, concluye: ¿por qué hacer eso si perjudica a su empresa? Efectivamente, lo he matizado antes incluso de que os lo preguntéis, y al haberlo preguntado habéis demostrado superar la capacidad de este sujeto con creces (aplauso): todo el que lo piense con sensatez, con un mínimo de actividad cerebral. Este sujeto carece de ambas cosas y lo demuestra.

Apabulla a las personas más cobardes o endebles, aquellas que quieren trepar a toda costa o aquellas que se dejan vencer por un miedo insuperable e irracional hacia un ser que no posee el poder que le adjudican. Y suele ocurrir que se une el acosador laboral y alguna rémora.

Lo bonito de esta historia, si es que lo hay, es que, tarde o temprano, este tipo de seres acaba cayendo en su propia charca. Llamémosle "tiempo" o "justicia divina", no falla. Siempre llega.

Y, pese a que siempre se haya pensado de mí lo contrario, me considero una persona entrañable, pero muy paciente. Es tan bonito ver el tiempo en acción...

miércoles, 29 de agosto de 2012

MANIFIESTO: PISANDO EL CORSÉ

Cierto es que llevaba mucho tiempo blandita y suave como una bola de algodón. Y eso está muy bien. Es bonito... Cándido.

Lo de hoy me creará un buen puñado de compradores potenciales de la muñequita Voodoo Chica-Chus Child, me huelo. Sugiero una muñeca vudú casera, le ponéis unas gafas de juguete y ahí estoy, lista para el alfiler.

El mundo de la poesía actual lleva siendo motivo de mi rechazo desde hace bastantes años. Es un círculo cerrado, habitualmente, plagado de rivalidades, envidias, cosa que tiene su encanto pues inspirarán a muchos escritores del futuro. Lo peor sin duda es ese academicismo rancio, soberbio, carente de sentido del humor, de autocrítica. Gracias a Dios, algo que no es extensible a todos, por supuesto, pero sí para un amplio sector.

He colaborado, o mejor dicho, intentado colaborar en algunas páginas de encuentro entre escritores. Una de ellas es un sitio muy habitual y querido para mí, en el que debo reconocer que han comprendido que no puedo evitar escribir lo que otros consideran demasiado. Han entendido que no busco adulación ni ataque, simplemente dar rienda suelta a algo que ha sido desde mi infancia una necesidad.

La necesidad de expresar.

Y les agradezco desde lo más profundo de mi ser la acogida que me han dado desde el principio. Jamás me han coartado ni me han hecho sentir limitada ni mucho menos se les ha ocurrido pensar que mi intención es jugar al pisoteo entre poetas o escritores. Son todo un ejemplo a seguir.

En algún otro sitio no he tenido esa suerte, así que decidí limitarme a los sitios en los que publico y no escribir jamás en un foro de encuentro, exceptuando el ya mencionado antes (no pongo el nombre por si acaso, pero quienes me leen saben ya cuál es).

Renuncié a la métrica durante la adolescencia, harta del corsé que impedía dejar libre la música inherente a las palabras, ese corsé constreñido, presuntuoso, de la poesía convencional, que estanca y coarta. Si fuera por ese purismo, ni siquiera la música la entenderíamos tal cual es hoy, no habría evolucionado.

Y la palabra escrita debe evolucionar.

La poesía es emoción. Y son tantas las emociones humanas. ¿Por qué ocultar la risa, la ironía, la ira, la impotencia, la frustración, la carcajada,...?

El lenguaje evoluciona. La Real  Academia de la Lengua admite vocablos habituales en la jerga urbana. Y yo me pregunto, si esos vocablos son válidos ¿por qué no puedo crear los míos propios, si son inteligibles y dotan de sentido lo escrito, si poseen su propia música? ¿Por qué no integrar todo ese lenguaje en la poesía?

La palabra es libre. ¿Por qué no escribir simplemente lo que quiera cómo, dónde, cuándo me dé la realísima gana? Primero fui lectora y continúo devorando y amando el libro, pero escribir fue un compañero precoz de la lectura, y ese matrimonio que lleva unido treinta años no se va a separar. Es un amor fiel y leal.

Y ese amor no es susceptible de llevar un corsé de prejuicios y egolatrías.

Ciao, academicismo, no cabes en mi pecho.


ODA A LA PALABRA ESCRITA

Amo la palabra desnuda, del derecho, del revés,
la que crea sus normas sin norma,
la que deambula sin ley,
fugitiva,
vilipendiada, saltarina,
brillante.

Amo la palabra sucia 
y violada de Bukowski,
la turbia de Carver,
la desesperada de Cioran,
la luminosa de Gibran y Tagore,
la repugnante de Hemingway.

Amo la palabra chispeante
de Gioconda Belli,
la sabiduría oriental,
la sabiduría de toda tierra
ancestral...
Incluso el cómic y la viñeta.

Amo cualquier palabra,
la amo anárquica, voladora,
plena, soñadora,
escrita, recitada con alma.

Amo la palabra,
pero libre y honesta.

Jamás encorsetada.
Jamás mentirosa
o artificial.

martes, 28 de agosto de 2012

LA PUÑETA DE PLATÓN



Tres añitos apenas y ya estaba perdida y platónicamente enamorada del Drácula de George Hamilton. Dibujé su retrato, bastante picassiano (honestidad ante todo, que tenía tres años; mira que os gusta exigir), en la solapa de un cuadernito que se cayó a trozos antes de que terminara de gastarlo con la mirada.

Sí, podéis reír. George Hamilton fue mi primer amor platónico, hasta que me dio la lucidez de los años y a él le dio la locura de la cirugía estética. Los que rían que observen la foto: estaba realmente macizo a pesar del medio kilo que, calculando a ojo, imagino lleva en el pelo. Pero puedo decir, treinta años después, que fue mi primer amor platónico. A ver qué diréis las y los que padecéis sueños húmedos con Justin Webos y más creciditos.

Al tema: George Hamilton en su versión draculina, visto actualmente, es más bien cutre, como todos estos mitos de la época vistos con el ojo implacable de los años.

Sin embargo, no puedo evitar pensar en la oleada actual de monstruos metrosexuales y afeminados que invaden el cine, la literatura, hasta la música. El monstruo tenía, antiguamente, un puntillo de erotismo morboso que atraía la parte más oscura femenina (no lo neguéis, bonicas, que si os tragáis y leéis el bodrio ese de True Blood es por algo; dudo mucho que sea por la calidad literaria o cinematográfica).

El problema que le veo al asunto es precisamente eso que he apuntado: han metrosexualizado al monstruo. El monstruo ahora no muerde, teme que se le rompa una uña o despeinarse y se le quite el efecto pasmado del tontaina de "Crepúscushit". No puedo imaginar a uno de esos pamplinas en un arrebato viril sin que se me escape una carcajada.

Y entonces me doy cuenta de que ese concepto "maripuri" del monstruo es debido al tan extendido de la "princesita". La princesita al uso, la del "Hello, Kitty", la que ha corrompido el concepto de gótico o tribu urbana, con esa tontería del movimiento "m-emo", las nuevas jevilongas (de uniforme jevi, pero que no han escuchado más que El Canto del Loco), y un largo etcétera de princesitas que aspiran a tener un florero con barba de varios días y el culo depilado (dios, o el pecho, no sé qué es peor) y ser, a su vez, floreritos encubiertos.

Vuelvo a mi George Hamilton, viril pero estiloso él, ahora anticuado, y visto con los ojos de los años, despojado de sexappeal en su incursión vampírica. Pero no dejo de pensar que el monstruo y su atracción fatal murieron años atrás. Hasta que los vampiros y los hombres-lobo comenzaron a preocuparse más del ph de su piel, y dejaron de asaltar alcobas para morder o devorar a muchachas asustadas, que no sabían lo que era un i-phone para contárselo a sus amigas por el whatsapp ("ois, tía, no te lo vas a creer, pero tengo a un tío super en mi cama, ¿qué hago?"), y que no necesitaban saberlo. De hecho eran tan listas que no se resistían más que lo justo para no ser tomadas por descocadas y poder decir que fue la capacidad hipnótica del monstruo la causa de su rendición.

Hay que ver cómo me joroban los amores platónicos las nuevas generaciones, cada vez más membrillos.

lunes, 27 de agosto de 2012

VOODOO CHICA-CHUS CHILD

Invocando a Chica-Chus para cambiar el chip de varios días, semanas, años (seleccionad opción; el concepto espacio-tiempo que llevo sufriendo estos últimos tiempos es bastante elástico), se me ocurrió hacer muñequitos vudú.

No, por dios, no para utilizarlos contra nadie. Soy pacífica. Sino para una servidora. Chica-Chus versión mini, para clavarle alfileres y darle de vez en cuando una moneda de euro. Sería convertirme en campo de experimentación brujeril por mi cuenta, como todos esos científicos locos que experimentaban (y experimentan, imagino, aunque cada vez son más los que compran chihuahuas) consigo mismos.

Se me ocurrió, con esto de la crisis, vender mis muñequitos vudú, con un slogan atractivo: Voodoo Chica-Chus Child y no tendrás que hacer la puñeta a nadie más. Serían unas pelillas para superar la crisis galopante.

Además, Chica-Chus es una personalidad positiva y de buen humor. De eso se trata. Un vudú positivo, de descarga emocional, de superación de tonterías que nos enturbian, que nos hacen padecer y olvidar sonreír más a menudo.

Una conversación con una amiga, que me conoce de varios años y que ha sido compañera, en la distancia y en la cercanía, de muchas vicisitudes, unas más irrelevantes, otras más serias y otras, las menos según cómo se mire, demasiado graves. Una conversación acerca de las últimas caídas, tonterías comparado a cualquier cosa, dicho sea de paso, me hizo reflexionar sobre cómo nos martirizamos o flagelamos en demasiadas ocasiones por situaciones que, una vez son analizadas desde la objetividad más absoluta y con la ayuda de la mirada distante de otras personas, no han sido culpa nuestra. Podemos ver nuestras faltas, pero también las de otros que en su momento desplazamos hacia nuestros hombros.

"Tú no metiste la pata. Se portó como un crío".

Y yo pensé, qué suerte tienes, nena, y que dios te lo conserve, que tú sí has dado con un hombre.

Entonces se me ocurrió ser la Voodoo Chica-Chus Child. Al menos que sirva de algo la maldita mala suerte.