jueves, 1 de noviembre de 2012

QUIERO PIRULAS, DOCTOR

No podía ser de otra forma. Dos medidas del Gobierno, una a nivel nacional, otra ya implantada en Barcelona que secunda la Comunidad de Madrid. Iré por partes.

Sin entrar en detalles como que, posiblemente, se trata de una maniobra de "una de cal, otra de arena" o cortina de humo, aplaudo la decisión de extinguir ese privilegio que eximía de responsabilidad penal a políticos y sindicalistas. Muy evidente y mucho habían tardado, aunque conociendo la fauna que nos representa, tanto a nivel político como sindicalista (dios, dios, dios, ¿de verdad alguien escucha a Méndez o Toxo hablar sin contener una carcajada o un instinto asesino?), no puedo reprimir la sorpresa.

Sin embargo, el tema del copago sanitario, de pagar un euro simbólico por receta, algo de lo que quedan eximidos ciudadanos con rentas inferiores al salario mínimo y personas sin ingresos, a pesar de lo polémico, me parece otra medida necesaria.

Quietas, fieras, que todo tiene su explicación. ¿Quién no conoce a la típica abuela que pasa sus mañanas en la sala de espera del centro de salud y acumula medicamentos en casa que jamás utiliza o que reparte entre familia y amigos? ¿es suficiente para aplacar la indignación popular? Lo dudo, pero el gasto que supone ese derroche de medicamentos es muy reseñable.

He visto en más de un hogar españolito tirar cajas enteras de ibuprofeno caducado, sacado de armarios de baño repletos de cajas enteras de ibuprofeno por caducar, de paracetamol, y otras pirulas destinadas al mismo fin contaminante de ser arrojadas sin miramientos a la basura.

Esa escena es tan típicamente española como las cogorzas de fin de semana de adolescentes. Por supuesto, se avecina una oleada de abuelos con síndrome de Diógenes sanitario protestando por las calles, pues parten de la filosofía del "¿y si me enfermo dentro de dos días y necesito ibuprofeno?". Pues señor o señora, vaya al médico y que se lo recete, pero dudo que necesite tener la farmacia entera en casa según supuestos o posibilidades.

Ese tipo de medicamentos sale bastante económico, de hecho, una menda lerenda los compra sin receta y no es que ande muy boyante en mi economía doméstica. Ese cambio es necesario a nivel nacional, y supondría un ahorro importante. Obviamente, en caso de enfermos crónicos y personas de escasos o nulos ingresos no se puede permitir el copago. Eso es de cajón.

Sin embargo, el efecto disuasorio de esta medida evita que se sature la sanidad pública y evita el gasto innecesario que produce el afán acumulador de mucha gente y que las salas de espera de los centros sanitarios continúe siendo lugares para pasar el rato.

¿O es que soy la única que ha padecido las esperas interminables en las salas de espera saturadas de gente que, escuchando su monólogo, pasa día tras día allí sin necesidad (ojo, que todos sabemos la tipología humana de la que hablo y no es general), como un simple resfriado? Esto lo hemos padecido todos. Estoy segura.

En fin, a ver si sirve para reducir el cachondeo que nos hemos traído en estos años. A ver cuánto tardan en patalear.

No hay comentarios:

Publicar un comentario