martes, 23 de octubre de 2012

GREY Y SU SÉQUITO DE VÍCTIMAS POTENCIALES

Me lo he pensado varias veces, pero esta entrada debía ser escrita desde hace tiempo. Para ser más concreta, debería haberla escrito cuando cometí el error de empezar a leer el bodrio de las Sombras de Grey.

Comencé a leerlo, lo reconozco, sin demasiado entusiasmo. La reseña me había puesto un poco en guardia y la lectura del libro no hizo más que confirmar mi sospecha: libros que exaltan la relación con un maltratador psicológico.

Y habrá personas que piensen que exagero, pero no es así. El tal señor Grey es un maltratador. Me da igual su sexo. Blanco y en botella... no puede ser más obvio.

Han calificado esos panfletos de porno para mujeres y ahí viene mi reflexión. Me pregunto en qué piensan mis congéneres cuando leen sobre un tipo que le da al asunto sadomasoquista y hace de amo de una idiota.

Claro que me dirán que estando de acuerdo dos adultos todo es posible y sano. No, rotundamente no.

¿Sano? ¿Es sano sentir placer físico en herir o ser herido? Partamos de la definición del maltrato psicológico y físico: el insulto, la vejación, la humillación, la amenaza, el golpe, la bofetada... Todos esos son rasgos comunes del maltrato. De hecho, una de las características más brutales es que la víctima lo tolera, muchas veces por miedo, otras por normalización de la violencia.

Para cualquier ser humano con un mínimo de sesera el asunto del sadomasoquismo no es una cuestión de libertad sexual, sino una patología deshumanizadora, que promueve la normalización de la violencia y que sienta un peligroso precedente. ¿Cómo podrá defenderse una víctima, sea cual sea su género, de la humillación a la que ha sido sometida si su agresor o agresora aducen que realizaban este tipo de prácticas?

No es libertad sexual. Es una esclavización enfermiza. Un sujeto se pone cachondo golpeando a una víctima que se pone cachonda siendo golpeada. Ambos sujetos deberían asistir a una terapia psicológica para dilucidar el origen de sus respectivas patologías. Y estoy segura al cien por cien de que, si lo hicieran, se sorprenderían.

No es sano. Y no es normal. Si lo fuera, entonces no existiría el maltrato, puesto que muchas personas que sufren abuso han normalizado sus situaciones hasta el punto de tolerar su progresiva destrucción.

He escuchado personas que justifican con absoluta tranquilidad ese tipo de prácticas, sin pestañear, y no puedo dejar de evitar pensar que aquél o aquélla que disfrutan sexualmente de la violencia deben sentir un placer tal cuando ven imágenes aterradoras en otros contextos. Y eso es preocupante. Es enfermizo.

Teniendo en cuenta que, como cualquier otra adicción, suele ir "in crescendo", me pregunto dónde está el límite de la libertad sexual con respecto al delito. Un sádico ya no siente placer con las prácticas más inofensivas y va sumando humillación o dolor con el paso del tiempo. De hecho, no nos es extraño cuando han aparecido personas que se han autoasfixiado con bolsas. Y he escuchado a unos llamar eso enfermizo mientras justifican el sadomasoquismo. ¿Cuál es la diferencia? Quizás las botas de "chúpame la punta" sean estéticamente más atractivas, pero las prácticas son igualmente sórdidas e insanas.

Y proliferan. Se extienden a la misma velocidad que la carencia de valores humanizadores, a la misma vez que se extienden las conductas perversas, o se extienden las sociopatías.

¿De verdad somos tan gilipollas e hipócritas como para cerrar los ojos ante una realidad como ésta? ¿De verdad somos tan necios como para identificar una patología con un asunto de libertad?

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