miércoles, 10 de octubre de 2012

PATADÓN CHONI

Hoy he vuelto a escuchar la palabreja y no he podido refrenar el impulso. Aclararé, en primer lugar, que, dentro de mi concepción del español, "choni" es lo mismo que "cani". Es decir, que resumo las subespecies en una más generalizada que engloba la horterada y caspa cañí de la España más profunda y profundizable.

Una servidora padece cierta agorafobia, aunque es más preciso hablar de fobia social controlada. Agoto mi cupo de sociabilidad en el trabajo y, fuera de él, procuro rehuir en lo posible la fauna humana, aunque pueda ser tan adorable como un osito de peluche en el trato. Sin embargo, existen esas subespecies que hacen más difícil la tarea. Divierten, eso sí, puesto que se trata de un reto a la empatía de cualquiera.

La palabreja en cuestión es "descambiar". La palabra existe y significa "deshacer un cambio o trueque". Pero en el contexto de "cambiar un artículo por otro" chirría. Me importa un carajo que esté aceptada, pero chirría tanto que duelen los oídos y me dan calambre los empastes.

Es una palabra apropiada por canilandia, de tal forma que una es incapaz de visualizar a un ser humano pronunciándola sin ver un tanga asfixiado entre unos generosos glúteos, aprisionados por un pantalón de tres tallas inferior al necesario para su propietaria, que masca chicle con la boca abierta cual rumiante alimentándose mientras mira pasar un tren.

Es inevitable.

Pensará alguien que esto es un tema estúpido y sin relevancia, pero hay un trasfondo preocupante tras este asunto. Porque cada vez abundan más. La fauna choni-cani se extiende como el ébola, a una velocidad de vértigo y con unas connotaciones terribles. Desde el lenguaje hasta la moda, las costumbres más rutinarias, los modos y maneras del choniworld han invadido nuestro día a día.

Véase, si no, la moda de las sandalias del esguince, ésas terroríficas que hacen que el pie parezca vendado y que se acompaña comúnmente del anteriormente mencionado pantalón, o ese estilo de conversación de voz chirriante y estridente, con salivazo esparcido mediante chicle torturado. Véanse los hábitos relacionales entre féminas y efebos chonis y canis, el sexismo y ordinariez que los definen en sus formas.

Hace algún tiempo comentaba en este mismo blog que esta gente procrea. Matizo que procrean más, creando hordas de chonis que, muy pronto, relegarán a un rincón de la sociedad aún más oculto a todos los seres humanos, no normales (gracias a Dios eso no existe), sino "humanos".

Ahora reímos. Veremos cuando no encontremos un ser capaz en varios kilómetros a la redonda, cuando sintamos que vivimos "La Invasión de los Ultracuerpos" versión casposa.

Luego diréis que no os lo advertí.

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