viernes, 5 de octubre de 2012

SAYONARA, BABY

A nadie se le debe haber escapado la reflexión de marras. Llevamos unos añitos de recesión económica (vaya manía con llamarlo crisis, cuando quieren decir que estamos más jodidos aún) y pinta para largo. Algunos comentan que no saldremos de ésta hasta bien entrada la década de los veinte. Y es mucho, que nadie se engañe.

Por lo pronto, si ya andábamos escasos de infantes, y los que hay no auguran que nuestro país vaya a destacar por sus genios (dad un paseo y echad un vistazo a la fauna infantil española y me contáis si el panorama no es desolador), en el 2020 seremos un país envejecido y con escasos visos de cambiar. Obviamente, los que en estos tiempos se planteaban la posibilidad de sembrar la semillita y procrear, se lo piensan dos veces (y muchas más, creedme) antes de soltar al mundo otra criatura que engrose las listas del paro perpetuo.

Los infantes ya nacidos o producto de esos valientes que decidieron arriesgarse a la espera de tiempos mejores no parecen ser tampoco una panacea humanitaria. Un sistema educativo idiotizante y estimulador de la idiotez, que fabrica, produce y emite miles y miles y cientos de miles de futuros inútiles incapaces de valerse por sí mismos (¿ha intentado alguien hacer un cálculo exacto de idiotas por año? Pues imaginad esto hasta el 2020 y no creo que nadie se atreva a calcular) derivará en una era en la que los abueletes no tendrán más remedio que automedicarse antes de que les pille un "médico" generado por este sistema depauperado.

Añadiremos que esos abueletes, es decir, una menda entre muchos, sólo se podrán jubilar cuando ya la prótesis de cadera se haya quedado obsoleta. Tendremos una sociedad repleta de abuelos curritos, cansados de trabajar por un sueldo misérrimo y una pensión indigna, si no inexistente, aterrados por la posibilidad de ser atendidos por las generaciones posteriores, analfabetizadas por sistemas educativos vergonzosos y vergonzantes (ay, si el mundo abunda en bastardetes, imaginad la cantidad de bestezuelas que nos queda por asumir).

Preguntáis por sistemas financieros en esa época. No puedo responder si la prima de riesgo habrá subido, bajado o se habrá liado la manta y se habrá ido con su otro primo, el alemán, a comer chucrut y salchichas. Pero dudo mucho que la cuestión financiera esté del todo saldada en el 2020. De hecho, la primera imagen que me ha sobrevenido de nuestro querido país es el de una provincia europea venida a menos, que fue la princesita del baile, o eso creyó, y descubrió que acostarse con los otros príncipes no te garantiza un puesto relevante. A todo país se le cae el pecho con la edad y el nuestro es un país antiguo que no ha aprendido jamás esa lección.

En esa época, me temo, seguiremos tan imbéciles como ahora o más, pero en peores condiciones. Soy pesimista, diréis. No, no y no. Realista, que es peor.

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