lunes, 8 de octubre de 2012

LA MALDICIÓN DE LOS CIEGOS


La realidad es una entelequia. No existe mayor engaño que nuestros propios sentidos, algo que la ciencia no tenía necesidad de demostrar. 

Por lo tanto, nuestra capacidad de percepción de la realidad está limitada por lo que nuestro cerebro asimila y procesa tras el estímulo que recibe de esos sentidos, que nos engañan por la mera razón de sus limitaciones intrínsecas.
 

Hasta aquí, creo que todo el mundo debería estar de acuerdo. E imagino que tras lo que continúa también.
 

Si tenemos en cuenta todo esto, nos daremos cuenta de que, obviamente, cada ser humano percibe y procesa mentalmente los estímulos externos de forma distinta, sumando una serie de factores que provocan una relativa distorsión de la realidad: desde las patologías mentales hasta la educación recibida, pasando por las experiencias personales que han acontecido en nuestras vidas y factores externos como son los sociales.
 

De ahí, podemos comenzar a sacar ciertas conclusiones, como que cada cultura, por el mero hecho de promover unas costumbres determinadas o educar según sus propios métodos, siempre condicionados por el instinto de supervivencia del sistema social que les sostiene, se rige por una serie de normas de convivencia que pueden no coincidir con otras culturas. Sin embargo, la distorsión moderada de la realidad es un punto en común entre otros.
 

El problema es cuando a esa distorsión añadimos otros factores. En nuestra sociedad tecnológica, los medios de comunicación, sean cualesquiera que sean sus ámbitos de acción, suscitan polémica y preocupación entre distintos sectores, ya sean en el campo de la investigación científica o simplemente religioso.
 

Por un lado, porque asistimos a una decadencia de los valores puramente humanos, con lo que se ha alcanzado un grado de cosificación de la persona tan grave que aumentan los individuos de actitud despersonalizada y parasitaria (basta ver "Hermano Mayor" para asistir a un ejemplo clarificador de este asunto).
 

Por otro, porque ese tipo de actitudes promueven un estilo de vida notablemente perjudicial, tanto física como psíquicamente.
 

Los medios de comunicación presentan unos ideales imposibles de alcanzar, completamente irreales, generando una distorsión aún mayor, si cabe, de nuestra capacidad de analizar y comprender nuestro entorno. Nos generan una burbuja de semiinconsciencia que nos apartan de la experiencia de vivir como individuos autosuficientes y libres.
 

La era tecnológica se caracteriza por haber ido degradando la experiencia de ser y sentir como ser humano.
 

Resulta chocante la justificación de algunas personas ante sus impulsos deshumanizadores: "Fue instinto, somos animales". Y una se pregunta entonces por qué esos seres viven entonces en casas, o tienen trabajo, o utilizan un aseo para evacuar.
 


Y entonces, una se pregunta por qué se extraña alguien de que me sienta bien siendo diferente. ¿Es que acaso debo dejar de ser y sentir como ser humano para integrarme en la masa informe que se sigue generando?

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