jueves, 30 de agosto de 2012

LIVE AND LET LAUGH

Lo sé. Queda feo tanto "espanglish", es una patadita estomacal al purismo y no queda fino; no, señor. Niña mala se queda sin postre después de cenar.

Venga, va, dejadme una licencia otra vez más, que esto va por una buena causa.

Voy a ponerme en situación. Advierto que esto no pretende generalizar. Muy al contrario describo un caso muy concreto, tan concreto que puedo decir concretísimo, sin que me tiemble el diccionario ni Cervantes se remueva demasiado en su tumba.

Empresario da con una pareja de talento, mete en la olla lo que rima y el asunto prospera, hasta el punto de que la pareja de talento supera con creces al empresario.

Éste vuelca su frustración sobre lo que le rodea, en especial sobre sus subordinados (en su peculiar visión distorsionada por su baja autoestima y complejo de inferioridad, son súbditos), siendo especialmente despótico con aquellos que considera por encima de su nivel intelectual y/o humano. Conste que esto no me lo saco de la manga. Es algo estudiado por quiénes deben y ampliamente divulgado. Cualquiera puede consultarlo.

Facilito la tarea. Búsquese el término "mobbing", aunque prefiero llamarlo como debe ser: acoso laboral. Las cosas por su nombre.

El acosador laboral tiene ese complejo y lo paga con los que sostienen su equilibrio profesional, con la base de su pirámide. No es un empresario sensato, puesto que arremete especialmente contra sus trabajadores más valiosos (vuelvo a remitir hacia las múltiples y variadas fuentes sobre el tema), algo que acaba revertiendo en la estructura empresarial y provoca que ésta no funcione con la eficiencia que podría. En la mayoría de ocasiones, este sujeto genera bajas laborales por depresiones y ansiedad a puñados.

Desconozco las razones por las cuáles no se ha legislado en condiciones sobre este asunto. ¿Acaso no resulta sospechoso que en una misma empresa se produzcan tan numerosas bajas laborales por esas razones? Y no hablamos de empresas de gran proyección internacional, ni siquiera nacional. No hablo de esas empresas de cientos de trabajadores siquiera.

Un caso de acoso laboral y probable vampiro doméstico (me froto las manitas al pensar en qué pasará cuando esa hipotética mujer despierte). Este detalle no debe escapar a nadie: absorbente con su pareja hasta extremos insospechados, con una posesividad enfermiza...

Y además acoso laboral.

Todo el que lo piense con sensatez, con un mínimo de actividad cerebral, concluye: ¿por qué hacer eso si perjudica a su empresa? Efectivamente, lo he matizado antes incluso de que os lo preguntéis, y al haberlo preguntado habéis demostrado superar la capacidad de este sujeto con creces (aplauso): todo el que lo piense con sensatez, con un mínimo de actividad cerebral. Este sujeto carece de ambas cosas y lo demuestra.

Apabulla a las personas más cobardes o endebles, aquellas que quieren trepar a toda costa o aquellas que se dejan vencer por un miedo insuperable e irracional hacia un ser que no posee el poder que le adjudican. Y suele ocurrir que se une el acosador laboral y alguna rémora.

Lo bonito de esta historia, si es que lo hay, es que, tarde o temprano, este tipo de seres acaba cayendo en su propia charca. Llamémosle "tiempo" o "justicia divina", no falla. Siempre llega.

Y, pese a que siempre se haya pensado de mí lo contrario, me considero una persona entrañable, pero muy paciente. Es tan bonito ver el tiempo en acción...

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