miércoles, 29 de agosto de 2012

MANIFIESTO: PISANDO EL CORSÉ

Cierto es que llevaba mucho tiempo blandita y suave como una bola de algodón. Y eso está muy bien. Es bonito... Cándido.

Lo de hoy me creará un buen puñado de compradores potenciales de la muñequita Voodoo Chica-Chus Child, me huelo. Sugiero una muñeca vudú casera, le ponéis unas gafas de juguete y ahí estoy, lista para el alfiler.

El mundo de la poesía actual lleva siendo motivo de mi rechazo desde hace bastantes años. Es un círculo cerrado, habitualmente, plagado de rivalidades, envidias, cosa que tiene su encanto pues inspirarán a muchos escritores del futuro. Lo peor sin duda es ese academicismo rancio, soberbio, carente de sentido del humor, de autocrítica. Gracias a Dios, algo que no es extensible a todos, por supuesto, pero sí para un amplio sector.

He colaborado, o mejor dicho, intentado colaborar en algunas páginas de encuentro entre escritores. Una de ellas es un sitio muy habitual y querido para mí, en el que debo reconocer que han comprendido que no puedo evitar escribir lo que otros consideran demasiado. Han entendido que no busco adulación ni ataque, simplemente dar rienda suelta a algo que ha sido desde mi infancia una necesidad.

La necesidad de expresar.

Y les agradezco desde lo más profundo de mi ser la acogida que me han dado desde el principio. Jamás me han coartado ni me han hecho sentir limitada ni mucho menos se les ha ocurrido pensar que mi intención es jugar al pisoteo entre poetas o escritores. Son todo un ejemplo a seguir.

En algún otro sitio no he tenido esa suerte, así que decidí limitarme a los sitios en los que publico y no escribir jamás en un foro de encuentro, exceptuando el ya mencionado antes (no pongo el nombre por si acaso, pero quienes me leen saben ya cuál es).

Renuncié a la métrica durante la adolescencia, harta del corsé que impedía dejar libre la música inherente a las palabras, ese corsé constreñido, presuntuoso, de la poesía convencional, que estanca y coarta. Si fuera por ese purismo, ni siquiera la música la entenderíamos tal cual es hoy, no habría evolucionado.

Y la palabra escrita debe evolucionar.

La poesía es emoción. Y son tantas las emociones humanas. ¿Por qué ocultar la risa, la ironía, la ira, la impotencia, la frustración, la carcajada,...?

El lenguaje evoluciona. La Real  Academia de la Lengua admite vocablos habituales en la jerga urbana. Y yo me pregunto, si esos vocablos son válidos ¿por qué no puedo crear los míos propios, si son inteligibles y dotan de sentido lo escrito, si poseen su propia música? ¿Por qué no integrar todo ese lenguaje en la poesía?

La palabra es libre. ¿Por qué no escribir simplemente lo que quiera cómo, dónde, cuándo me dé la realísima gana? Primero fui lectora y continúo devorando y amando el libro, pero escribir fue un compañero precoz de la lectura, y ese matrimonio que lleva unido treinta años no se va a separar. Es un amor fiel y leal.

Y ese amor no es susceptible de llevar un corsé de prejuicios y egolatrías.

Ciao, academicismo, no cabes en mi pecho.


ODA A LA PALABRA ESCRITA

Amo la palabra desnuda, del derecho, del revés,
la que crea sus normas sin norma,
la que deambula sin ley,
fugitiva,
vilipendiada, saltarina,
brillante.

Amo la palabra sucia 
y violada de Bukowski,
la turbia de Carver,
la desesperada de Cioran,
la luminosa de Gibran y Tagore,
la repugnante de Hemingway.

Amo la palabra chispeante
de Gioconda Belli,
la sabiduría oriental,
la sabiduría de toda tierra
ancestral...
Incluso el cómic y la viñeta.

Amo cualquier palabra,
la amo anárquica, voladora,
plena, soñadora,
escrita, recitada con alma.

Amo la palabra,
pero libre y honesta.

Jamás encorsetada.
Jamás mentirosa
o artificial.

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