lunes, 17 de septiembre de 2012

EL DÍA DE LA ESPERANZA

Me temo que debo incrementar el número de nuevos amigos. Debida a la reciente dimisión de Esperanza Aguirre de su cargo y su retirada de la política, la red es un hervidero de opiniones.

Sin embargo, lamento y echo en falta la necesaria reflexión acerca de este asunto. Sólo se ven opiniones deseando enfermedad a esta mujer, o limitándose a celebrar su dimisión.

Mi reflexión va dirigida hacia otra parte. Es una oportunidad maravillosa para solicitar la dimisión de un amplio sector de la clase política. Y con clase política no me refiero sólo al partido que nos gobierna, sino a TODOS.

Porque, si algo define a esta España tan nuestra, es que cada uno de los partidos políticos inscritos como tales, desde el más votado hasta el que apenas tiene representación, están plagados de corrupción hasta las trancas.

Nos rigen y oponen una caterva digna de enviar a Marte. He leído criticar que esta mujer tenga bienes y no he podido evitar la carcajada ante la inocencia de tantas personas. Tenemos unos políticos que cobran unos sueldos desproporcionados, además de unos sindicatos amancebados por el Estado que no han chistado ni hecho ademán de renunciar a ese estatus incomprensible. Tenemos unos políticos que viajan por la jeta a nuestra costa, que disfrutan de unas condiciones que escapan a mi entender en estos tiempos y tantas plusvalías que me sorprende que aún la gente sólo reclame la dimisión de los que gobiernan, sin hacerlo extensible a toda esa casta.

Porque, no nos engañemos, se tiene aún ese concepto necio y retrógrado de la política vigente desde finales del siglo XIX, con ese tufillo a naftalina y a rancio.

Las ideologías han muerto desde hace mucho tiempo, no sé si desde que se tiraron las cazadoras de pana a la basura y se cambiaron por ropa de marca, pero sí sé que no existe ni la izquierda ni la derecha.

Sólo existe un gran número de ladrones variados, de corruptos bien untados y de ciudadanía que se adormece en frases hechas y refritos vetustos.

No puedo dejar de pensar en los relojes de un líder sindical cuyo coste ronda los 20.000 euros, en total cinco. Los que se han visto. No dejo de pensar en la demagogia que se esgrime a diario desde ambos extremos de la política de este país y no puedo más que sentir entre tristeza e indignación, y asco, pero por todo y todos.

Porque seguimos con un velo tan opaco cubriendo los ojos que estamos abocados a caer de dictadura en dictadura.

Al final, me tendré que ir a Marte yo, si me dejan.

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