miércoles, 5 de septiembre de 2012

LA TETA VAMPIRO

La he llamado Elvira, quizá por el chascarrillo. La malvada y alevosa, con ese bulto de piedra que parecía amenazante y mortífero pero que se ha quedado en una compañía alienígena en mi organismo.

Le he puesto nombre, ahora que va a ser una parte de mí, qué menos. Faltaría. Ya que se va a quedar necesita un nombre para que me dirija a ella apropiadamente. Una servidora se jacta de educación y es cuestión de orgullo, qué caray.

La teta vampiro nació sabrá Dios cuándo, sabrá Dios cómo y por qué, aunque la última cuestión no me resulta ajena o extraña. No estaba yo por la labor de atender a su concepción y nacimiento. Un día estaba ahí. No fui una madre modélica precisamente. No presté atención a la criatura que crecía en la teta y la estaba convirtiendo en un vampiro desdentado.

Sin embargo, una vez me dijeron que había parido un ente sobrenatural en mi organismo, me he volcado en conversar con ella, en darle cierta relevancia, más que nada para que no se ofendiera. No es sano indignar a un ser extraño en tu cuerpo, por si le incitas a hacer algún destrozo.

Hubo un tiempo en el que deseé que la arrancaran de mí, pero, oye, que se le coge cariño. Tiene su carácter, su chispa, su ingenio pectoral. Realmente va de dura, pero yo sé que no tiene mala intención. Le pierde el corazón, que le da coletazos constantes.

-Aquí dice que la paciente desea que se le extirpe -me dice la doctora.

Pero yo, cuando miré hacia la teta vampiro y ésta me devolvió la mirada con ojitos tiernos, no pude resistirme. No puedo evitarlo, soy sensible al dolor ajeno e incapaz de matar una mosca. ¿Cómo podría matar mi teta y encima tras esa mirada ciega y lánguida?

Así que ahí está, Elvira, feliz y sonriente. Y habrá quién se pregunte cómo estoy yo con esa compañía.

No puedo estar más que feliz. Una nueva amiga, hija adoptiva pergeñada por mi cuerpo. Se le coge cariño, tan inofensiva como es.


No hay comentarios:

Publicar un comentario