lunes, 3 de septiembre de 2012

ELOGIO A SU MAJESTAD


«En el escenario le hago el amor a 25000 personas diferentes. Luego me voy sola a casa.»

Una frase que resume la vida de una reina. Dramática. Desenfrenada como sólo puede serlo, inevitablemente, la trayectoria vital de un ser que iluminó de voz rasgada y amor inconmensurable cada parcela que pisaba. 

Postraros, que hoy vengo a rendir homenaje a la grande, inmensa, Janis Joplin. Se le puede intentar juzgar por sus errores, por sus aficiones, por su moral disipada. Allá cada cuál. Sin embargo, el que esté libre de pecado, bla bla bla, ya sabéis.

Lo fue y mucho más. Pero no he venido a eso, ni ella ilumina este humilde blog por eso. Nadie puede juzgarla, faltaría. Sólo se le puede corresponder al amor que repartió, que regaló sin recibir jamás en la medida que ella entregó denodadamente.

De su vida sabemos tanto como sólo se puede saber tras una muerte inesperada de alguien que marcó una época y que fue la primera rockera, en un mundo difícil para la mujer en esa época tan liberada, en teoría. Siempre me despertó compasión (debo matizarlo por el uso y abuso erróneo del término; es "padecer con"), una mujer que sentía la soledad como su eterna compañera y que supo hacerle frente con mejor o peor fortuna. 

No seré yo quien la juzgue porque sólo puedo admirarla. Su música conmueve y seguirá conmoviendo, entre aquellos que aman la canción sentida, sincera, prodigiosa. Nadie ha sabido honrar sus canciones puesto que sólo ella las dotaba de la honestidad del sentimiento profundo y volcado.

Janis se evadía de la realidad con lo que podía y eso fue su final. También su proceso. Pero no olvidemos que su gran droga fue la música. Fuera del escenario no tenía otras vías de escape. Y se entiende perfectamente que quisiera huir de un mundo turbulento y sórdido, que compensaba con la fuerza de su alma derramada en su voz rota.

No es un amor platónico, pero sí un modelo de mujer que existe en gran medida gracias a su forma de romper con los moldes que le intentaron imponer. Hizo lo que quiso, dijo lo que quiso, vivió como quiso, sólo empañada por la soledad, su constante. Sin embargo fue tan revolucionaria que su canto desesperado a Dios aún sigue erizando la piel, con su voz rota, llorando canción.

Pero ahí la tenéis, como siempre apareció y trató de ser recordad: mujer sola que ama sin esperar nada a cambio, con el amor más puro y no sujeto a compraventa, con el alma libre en un mundo que no lo ha sido jamás.

Hizo, dijo, quiso, vivió, murió, como ella misma decidió. Amén, reina. Todos te seguimos amando.

"Me siento tan inútil aquí abajo, sin nadie a quien amar. A pesar de que he buscado por todos lados, no puedo hallar a nadie que me ame, que sienta mi cariño... Así que, guíame, Señor, oh, ¡úsame, Señor! ¿Te puedo enseñar lo duro que es tratar de vivir cuando estás solo? Todos los días trato de avanzar, pero algo me empuja hacia atrás".

(Work me, Lord).


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